lunes, 29 de julio de 2013

EL CANTE DEL MIEDO

EL CANTE DEL MIEDO Tito Ortiz.- Tan antiguo como el propio cante flamenco, es el malfario que algunos dicen que trae el abordar la ejecución de “La Petenera”, desde que perdida en la noche de los tiempos, se cuenta la historia de aquel cantaor que nada más abordar el tema, cayó al suelo como fulminado por un rayo, o aquel guitarrista que en la falseta de introducción perdió la uña del pulgar, o al que se le partió la Prima, cruzándole la cara como un látigo. A la pobre Petenera, se le han achacado las desgracias más inverosímiles, después de ser cantada, y no digamos, si la osadía llegaba al punto de interpretarla bailando, entonces se cuentan por miles, las desgracias acarreadas de tal alarde flamenco. Menos mal, que para bien de la supervivencia de éste palo, hay artistas que no son supersticiosos, y lo hacen, incluso lo graban, para que no se pierda. Pero no es éste el único ejemplo de miedo al cante. La democracia española le debe mucho al cante, y más que al flamenco, a un puñado de valientes, que aún a riesgo de dar con sus huesos en la cárcel, utilizaron como herramienta de libertad, el arte gitano andaluz, pese a que en más de una ocasión, acabaron con los grilletes en una celda fría y lúgubre, entonando unas “carceleras” por derecho, y con orgullo. Un trozito de la tarta de libertad que ahora gozamos, se le debe a una recortada nómina de artistas flamencos, que antes del 20 de Noviembre de 1975, ya se atrevieron a usar el arte flamenco, con aires de libertad que entonces no gozábamos. Y a veces no había que ir contra el régimen, solo bastaba con cantar a un poeta, para jugarse la celda por una buena temporada. Recuerdo a Pepe Albayzín, entrar como cada noche a la Venta de El Álamo, y que alguno de sus compañeros lo asustara con sólo decirle, que “Los Jundunares “, se acababan de ir, preguntando por él. El crimen que el cantaor había cometido, no era otro que el haber grabado un pequeño disco en la casa Belter, cantando La Baladilla de Los Tres Ríos, de Federico García Lorca. Teniendo en cuenta que los señoritos a los que complacía con su arte en los reservados, eran de la antigua guardia no era descabellado pensar, que más de un recadito a la oreja se llevó, aquel que sólo pretendía, recuperar la obra de nuestro poeta más inmortal, pero en aquellos tiempos, no dejó de ser un alarde de valentía, ya que algún cliente de menos le costó al bueno de Pepe Albayzín. Tampoco faltaron los agoreros, que echaron las culpas del asesinato aún no resuelto, del cantaor granadino, Juan Antonio Cuevas Pérez, “El Piki”, por haber grabado un disco con letras del padre de la patria andaluza, Blás Infante, que le había producido Fernando Miranda, y que en los setenta se gestó en su bar ”La Trastienda” de la placeta de cuchilleros. El Piki, apareció en una cuneta de las afueras de Madrid, con el cuerpo destrozado y una pierna arrancada de cuajo, según me contó “El Morogato”, que junto con otros plateros fue a recoger el cadáver. Tenía los puños destrozados de haberse defendido de sus agresores, pero lo mataron, y lo único que se sabe, es que aquella noche fueron a recogerlo, cuando terminó de cantar en “El Café de Chinitas”, tres desconocidos, uno de ellos cojo y con bastón. Y hasta hoy. Pero el cante seguía dando miedo y sustos. Y si no que se lo pregunten a Paco Moyano, el cantaor de Alhama, él sabe de interrogatorios de la Brigada Politicosocial y sus consecuencias, por utilizar el cante como grito a la esperanza. José Meneses, con su voz, y su compadre, Moreno Galván con sus letras, sintieron más de una vez el aliento en el cogote de la dictadura. Como, Manuel Gerena, cuyo curriculum está jalonado por su lucha anti franquista, a través del cante flamenco. El Cabrero, es otro que sabe lo que es bajarse de un escenario esposado camino de la trena, escoltado por “la pestañí”. Hasta el propio Enrique Morente, tuvo un cariñoso tirón de orejas, cuando en su famoso disco de “La Estrella”, se atrevió a meter un cante, con la letra de La Nana de La Cebolla, de Miguel Hernández, menos mal que la sonrisa de ese albaicinero inmortal, restó importancia al asunto, y al día de hoy, eso ya está escrito en la historia. Su disco de Lorca, ya vino cuando los vientos eran otros, y a favor de corriente, pero lo de Miguel Hernández, estuvo a pique de un repique... que decimos en el barrio. Mí compadre, Ángel Rodríguez “Chanquete”, se salvó de milagro, siendo molestado sólo lo imprescindible, pese a beber los vientos por esa bandera roja desde la clandestinidad. Y así podría seguir añadiendo nombres de artistas flamencos en todas sus facetas, que antes del 75 y después en la transición, mostraron con orgullo y valentía su arte en pos de una España libre y democrática, y al día de hoy, no han recibido recompensa alguna, tal vez porque estar contra Franco, nunca fue sinónimo de militar en un determinado partido después, y por eso, los reconocimientos tardan en llegar, o no llegan, que de todo hay en la viña del señor. Pero que ya va siendo hora de reconocerles a los flamencos, los palos que han recibido, por desear un país en libertad, señores políticos de pacotilla. ¿Esperan a que se mueran para hacerlo a título póstumo?

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