jueves, 24 de marzo de 2011

CULPABLES DE LA CRISIS

CULPABLES DE LA CRISIS

Tito Ortiz.-

Quien con la que está cayendo, todavía no se haya dado cuenta de que el mundo está regido por la economía y no por la política, es que no es de éste globo terráqueo. Ni dictaduras ni democracias tienen nada que hacer, ni que decir, en torno a la forma de vivir, la libertad y la igualdad. De lo contrario, la riqueza no estaría en el veinte por ciento de la población, y el ochenta pasando hambre, o muriéndose por miles a diario, por no tener lo básico para vivir, que es un plato de comida y un vaso de agua.
Los sistemas políticos, no son más que conejillos de indias en manos de las multinacionales, que mueven los hilos en función de sus intereses económicos, y que les permiten creerse que mandan en sus gobiernos y en sus pueblos, para que el auténtico poder que es el económico, permanezca agazapado en sus grandes mansiones, dirigiendo el mundo hacia donde ellos quieren. Unas veces se hace una guerra para dar salida al estocaje de armamento, para que la industria bélica no decaiga. Otras no se reparten medicamentos genéricos entre los más pobres, o no se les facilita gratis a los africanos la vacuna del VIH, y así vamos descendiendo el censo de población, a base de muertos en las trincheras, o en los hospitales de la sabana. Si no les hacemos llegar el agua potable, pues más muertos y todos tan felices.

Todo esto depende de unos yupis que a bordo de su jet privado, en buena compañía, mejor champagne y superior caviar, desayunan en Londres y cenan en Nueva York, para estar por la mañana en Wall Street, jugando con el dinero de todos a la ruleta rusa. En una parte del mundo, producen por su capricho alpargatas para todos hasta inundarnos. En la otra, mantienen el barril del crudo a precios desorbitados, para que rechinemos los dientes cada día al llenar el depósito, pero eso sí, gastando de más nuestro dinero, ellos no arriesgan nunca el suyo, nosotros no importamos, nosotros sólo pagamos. Son herederos de grandes fortunas que ellos siguen aumentando a costa de nosotros, sin importarles que los niños mueran de hambre, o que los desahuciados sociales que viven en las calles entre cartones, hayan aumentado en el mundo un treinta por ciento en el último año. Para hacer esto más divertido, mantienen el negocio de la droga sin erradicarlo, el tráfico de armas, el de mujeres, el de niños, y últimamente, hasta el de órganos. No conocen la moral, ni más ley que el dinero que ellos amasan mientras esa actividad cuesta millones de vidas humanas.

Pero cuando se equivocan, la cosa tiene su gracia, porque hacen aparentar, que ellos son inocentes, que los que en realidad se han equivocado, han sido los políticos, con lo cual, le echan a la sociedad encima, para que sean éstos los que solucionen el desaguisado de una crisis, que sólo los economistas y las grandes fortunas, han provocado. En nuestro país tenemos una buena muestra de esto. La burbuja inmobiliaria, auspiciada, animada y amparada por constructoras e inmobiliarias sin escrúpulos, y bancos insaciables, que incluso te daban más dinero del que te correspondía para la hipoteca de tu casa, con tal de colocar pasivo y cobrar intereses de por vida, al llegar el momento de la crisis, el gobierno, antes de socorrer a los pobres paganinis, dependientes de una nómina mileurista, lo primero que hizo fue poner dinero de nuestras arcas a disposición de bancos y cajas, no fueran a quebrar, porque entonces nos salíamos del sistema. De su sistema, del sistema de los mercaderes de siempre, que además para éstas ocasiones, se inventan estudios sesudos y concienzudos de grandes economistas, que nos meten las cabras en el corral, camuflados en grandes y prestigiosas multinacionales de la macroeconomía, que manejadas por ellos, nos dicen que no podemos ganar más, que nos tenemos que congelar los sueldos, que otros se los tienen que bajar, y ellos mientras, muriéndose de risa, de ver como han vuelto a salirse con la suya, asustándonos, empobreciéndonos, y manteniéndonos bajo la suela de su bota, mientras ellos vuelan cada vez más alto, permitiéndoles creer a los políticos, que mandan algo, y que el mundo está en sus manos, cuando siendo del partido que sean y del color que sean, son los políticos los primeros asalariados, de estos yupis universales, que hacen con nosotros lo que quieren, pero eso sí, si hay que reclamar a alguien, ya se encargan ellos de que sea a los políticos, que para peor pronóstico, se creen que esto lo solucionan ellos con sus reformas. ¡Pa morirse, vamos!.

viernes, 18 de marzo de 2011

Huérfano, hata de dios

HUÉRFANO, HASTA DE DIOS

Tito Ortiz.-

Mi orfandad comenzó antes de nacer. No llegué a tiempo de conocer a mi abuelo materno, Rafael Rubio, director del banco Hispano Americano en la postguerra. Un sevillano castizo, de enormes cualidades humanas, que utilizaba capa española y sombrero andaluz, con el porte señorial de la época, y al que –según mi abuela Juana y mi madre – me parezco en mucho, y a veces en todo. No superaré nunca, que me hayan faltado siempre sus caricias y caprichos, porque como buen abuelo, seguro que me habría consentido y mal criado. Mi niñez de monaguillo de misa en latín y de espaldas a los fieles, me la comenzó a arreglar Juan XXIII, y su Concilio Vaticano II, pero sus sucesores se han encargado de que aquello quede en agua de borrajas, y por lo tanto, hace años que me quedé huérfano de iglesia instituida, que no de fe en Jesucristo. Mi paso por los Escolapios con una mala experiencia, bastó para que emergiera mi pose anticlerical que me llevará a la tumba. Los primeros desengaños amorosos, me dieron un mazazo de realidad en pareja, haciendo crecer el escepticismo, que al día de hoy no me abandona. Ya tengo un máster en segundas oportunidades. Va para dieciséis años, que dios en su infinita misericordia, me dejó huérfano de padre, pero recreándose en la suerte. Me introdujo el estilete en el quinto espacio intercostal, girándolo de un lado a otro para hacer más daño, mandándole a mi progenitor, tres tipos de cánceres diferente a la vez, llevándoselo en un santiamén – quiero pensar que a su presencia – en el momento en que yo más lo necesitaba, pues ya estaba empezando a comprenderlo y a identificarme con él en todo. Mi descendencia es generosa en sobresaltos, de tal manera, que estoy condenado de por vida a una perpetua vigilia, que me está consumiendo por dentro. Por lo tanto, soy huérfano también de toda esperanza.

La amistad, tantas veces confundida con los conocidos, me dejó huérfano de confianza en las personas, temeroso de entregar algo que nadie aprecia, o tal vez, ni siquiera necesita. Quién tiene un amigo, tiene un tesoro, pero a mí me gustaría tener más. Persigo la felicidad sin saber lo que es. A veces tengo miedo de convertirme en Fernando Fernán Gómez, a quien tuve el honor de entrevistar en cierta ocasión, cuando el artista estaba en plena madurez de existencia y arte, y al preguntarle ingenuamente si era feliz, me contestó solemnemente que no, y que no le hacía ninguna falta. Aquello todavía no lo he superado. Es uno de esos jirones que un periodista se va dejando en el camino de la profesión, que en aquel momento casi tomé a chacota, pero que con el tiempo, me viene a la mente con el semblante de un jinete apocalíptico. Persona a la que yo tanto admiraba, sobre algo tan fundamental, me había espetado algo que nunca me podía imaginar, viniendo de un ser con tanto éxito.

En la política, tomé como referente y guía a, Alfonso Guerra. Un hombre culto y sabio, que promulgaba unas ideas con las que yo estoy absolutamente de acuerdo, y que a base de llamarle al pan pan y al vino, vino, un sector de su partido ordinariamente oportunista, con la inestimable colaboración de sus propios hermanos, consiguió depurar hasta la laminación, dejándolo prematuramente, en la cuneta de una democracia que lejos de amortizarlo, lo ha fagocitado, con la intención de echar hormigón sobre una ideología y un lenguaje, que en los tiempos que corren, se hacen imperiosamente más necesarios que nunca. Pero el aparato, prefiere morir de inanición política, desoyendo a la calle y a las bases, antes de reconocer, que la solución está todavía dentro de sus filas. No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír. Un sucedáneo llamado felipismo, que al final renegó de su líder, se ha adueñado de su propia mediocridad circundante, para que partiendo de la nada, hayamos alcanzado las más altas cotas de la miseria, como ya dijo un señor que fumaba grandes puros y se pintaba un bigote postizo. Anclados en el ayer y sin ideas, el futuro ya no existe. Mi orfandad política es notoria.

La independencia se paga, y yo bien que lo sé. Ejercer el periodismo de manera que, uno se acerque todo lo posible a la honestidad y a la moral, tiene un coste alto, o muy alto. No salir de copas con los que están de moda en el poder, tener conciencia social, estar más cerca de lo que ocurre en la calle, que de lo que se cuece en los despachos, me ha convertido en un personaje incómodo, que dice lo que piensa, y del que nadie con poder se fía, hablemos del ámbito público o el privado. Así que también estoy huérfano de cualquier respaldo, soy una diana fácil, sólo me mantiene en pié el trabajo duro y diario, la credibilidad de mi producto, mi inquebrantable lealtad a los que confían en mí, y la esperanza de que al terminar la jornada, podré hablar con Duke, mientras él me escucha pacientemente, miccionando sobre las farolas, o agachándome a recoger sus detritus, con la bolsa negra can del mercadona.

Y por si faltaba algo, cuando ya en la madurez de mis días había alcanzado cierto grado de optimismo, se muere mi referente, mi guía, el único ser en el que creía a pies juntillas. José Saramago me ha dejado huérfano de luz, sin parámetros en la tierra. Lo mío es una interminable noche en tinieblas, sin que pueda albergar la ilusión de un amanecer moderadamente ilusionante, que tampoco es pedir tanto, ¿no?. Ya lo dice la letra de ese cante jondo inmortal: Voy tirando piedras por la calle, y al que le dé, que perdone. Tengo mi cabecita loca, de tantas cavilaciones. Creo que estoy huérfano, hasta de dios.

jueves, 17 de marzo de 2011

FLORA

FLORA

Tito Ortiz.-

Mis ojos de niño, recuerdan aquella vieja televisión Vanguard, con estabilizador en la pequeña repisa baja, que tardaba una eternidad en encenderse, pero que cada tarde, disciplinadamente a la misma hora, me obligaba con el pan y el chocolate en la mano, a sentarme en el suelo para dejar el sofá a los mayores y verla a ella. No sé por qué, aquella mujer de curvas pronunciadas y arrebatadoramente femeninas, con voz personalísima, ojos enormes y simpatía a raudales, me había ganado para siempre, y como imantado, no me perdía ni un solo instante de la famosa “ Casa de Los Martínez”. Faltaba un año para que Massiel ganara Eurovisión con el La la lá del Dúo Dinámico, cuando aquella criada metida en la piel de Florinda Chico, hacía pareja de chachas con Rafaela Aparicio. Ahí comencé a interesarme por su carrera, indagué en su recorrido artístico, y así, hasta hace poco, que ha hecho mutis por el foro.

En la distancia, me enteré de que en los años cuarenta, había hecho las mejores revistas en Madrid, junto a mis ídolos, Zorí, Santos y Codeso, y en la Compañía de Celia Gámez, pero lejos de encasillarse, Flora, como gustaba que la llamáramos en la intimidad, abarcaba todos los registros de la escena. En los cincuenta, María Fernanda Ladrón de Guevara, se fija en ella, y la sumerge en los secretos del drama teatral, cosechando éxitos clamorosos escritos por Gala, Arniches o el mismísimo Valle-Inclán. Cría Cuervos, de Saura, o La Casa de Bernarda Alba, de Mario Camus, son sólo dos obras maestras de su interpretación legada en el celuloide, para quién quiera aprender, como sus grabaciones radiofónicas, formando parte del cuadro de actores de Radio Madrid. En definitiva, un animal de la interpretación, que dominaba todos los registros y todas las técnicas, que arrancaba del público lo mismo una carcajada que un llanto. Flora era de esa hornada irrepetible, nacida en la Extremadura de los tiempos del charlestón, y que desde su Don Benito natal, conquistó como tantos ilustres de sus paisanos, la tierra por donde pasó.

Quizás pocos sepan, que el modisto de Flora está en Granada. Miguel, del Hit Parade, en la calle de Las Moras, la vistió durante decenas de años, y de ahí su amistad franca con ella y su inseparable Santos Pumar. Un día me llamó Miguel y me dijo, Tito quiero que me presentes un desfile de modelos en Los Jardines Neptuno. Yo le dije que sí y a continuación me comunicó quién iba a ser mi partenaire: Nada menos que la sin par, Florinda Chico. No recuerdo haber disfrutado más que en aquellos días. Antes del desfile, con los preparativos y los ensayos. Durante el pase de los modelos, yo hubiera pagado por estar allí junto a Flora, impregnándome de su saber, de su arte, de su simpatía, de su perfume, y de su saber estar, que me encandiló para siempre y me rindió a sus pies. No se puede ser más mujer, mas artista, y más compañera cómplice en un escenario. Jamás podré olvidarlo, como la cena que siguió al evento, en la que todos distendidos y celebrando el éxito de la colección de Miguel, brindamos por el regreso rápido de Flora a Granada. Pasaron los años y yo seguía el rastro de sus éxitos, hasta que un Lunes Santo, acompañando a Paco Carrasco, al frente de los costaleros nazarenos bajo la Virgen de La Amargura, al pasar por la puerta forjada de la Calle Oficios, me deslumbraron dos ojos como dos soles en la noche. Allí, entre la gente oculta para no ser reconocida, acompañada por Miguel y santos junto a otros amigos, estaba Florinda Chico. Le dije a carrasco que para el paso que iban a hacer una llamada muy especial. Paco echó el trono a tierra. La cogí de la mano y comenzó a llorar como una niña, mientras la acercaba al frontal del paso. Carrasco dio la llamada de rigor, y cuando mi mano puso la suya sobre el llamador de plata de la Virgen de Las Comendadoras, me aparté para que suyo fuera el momento. El golpe seco se escuchó en toda la Gran Vía, y al unísono, casi cuarenta costaleros levantaron al cielo el paso, abriéndose más todavía los ojos de Florinda Chico, que pronto volvieron a inundarse de lágrimas. Cuando me acerqué a darle un clavel blanco de una de las jarras del costero, me apretó la mano con tanta fuerza, que era imposible soltarme, su mirada me taladró hasta el tuétano, y comenzó de nuevo a llorar. Le besé la mano, me soltó, y hasta hoy, que ya está cada vez más cerca la nueva salida de La Amargura a la calle, no me he atrevido a contar la historia. Si estuviera viva, seguramente no lo hubiera revelado jamás, pero ya que no me la puedo encontrar por cualquier esquina este Lunes santo, quiero dejar constancia, de que aquel gran corazón extremeño que dominó la escena, sentía un fervor encomiable por la granadina virgen de La Amargura, que al igual que Morente, jamás hizo bandera al viento de tan íntimo sentimiento. Cuando éste nace del corazón, jamás se hace acompañar de altavoces y alharacas.