lunes, 31 de octubre de 2011

VOLVERÁN BANDERAS VICTORIOSAS

VOLVERÁN BANDERAS VICTORIOSAS

Tito Ortiz.-

De cómo es la talla mental de nuestros políticos granadinos, de su gran formación académica y humanística, de su capacidad como grandes estadistas, tenemos ejemplo en las facturas que pasan a costa de la sociedad que los votó en su día. Tan lejos en tierra extraña, es lógico que sientan nostalgia y quieran hacer un “Kis-Kas”, y para eso, que mejor que una chocolatina, una bolsa de ganchetes, unas ruflex, unos doritos, que más da, lo importante es que siempre piensan en nosotros, porque nos pasan la factura. Dije en su día que las alfombras provinciales nos darían sorpresas en sus bajos, pero el que ría el último, reirá mejor. Que nadie piense que en la Plaza del Carmen, no encontraremos muertos en los armarios, eso sólo es cuestión de tiempo, y para eso, nada como dejarlo pasar. Dije también haceaños, y lo mantengo, que si en Izquierda hundida se daban menos casos de corrupción, era porque no gobernaban, porque creo que está más que acreditado, a éstas altura de la democracia, que para delinquir, prevaricar, o llevárselo calentito, no es necesario más que poner al político de turno cerca del cajón del pan, que tarde o temprano, y sin distinción de partido, ya habrá alguno/a que la meta y hasta el fondo. Pagar los viajes de Tetuán dos veces, no es más que un gesto de “honradez” suprema, ya que, no sólo se paga, sino, se “repaga”, para que nadie vaya a decir... Es muy fácil ser honrado, cuando no ves pasar los billetes por tu nariz. Y lo curioso es que estas cosas las hacen los de izquierdas, y es lo que me subleva. La derecha cuando delinque, lo hace a lo grande. Mario Conde, brillante, -por lo de la brillantina,- telepredicador de la cadena facha en la actualidad, todavía no ha devuelto los millones que se llevó de Banesto. El valenciano de los trajes, no sabe quién los paga, pero se los pone. Al ex-amante de La Pantoja, sólo le han quedado unos tirantes, después de haber dejado el ayuntamiento de Marbella en la ruina, siguiendo la doctrina del difunto Gil, o sea, sacando los billetes en bolsas de basura, algo muy parecido a lo que son ellos.

Ésta ciudad, centenariamente blasonada, que fue la flor más preciada de Al-Andalus, donde Jusuf I, fundó la primera Universidad, creando una estela que después continuaría Carlos V, ese pobre eternamente mutilado sobre pedestal en la plaza de Derecho. Éste reino de Granada, donde se forjó el hecho más importante de la era moderna, que dio paso al descubrimiento de un nuevo mundo. Éste lugar del monumento más visitado de todas las Españas y, de la sierra más hermosa imposible de ser inventada, tiene la desgracia de estar representada políticamente, por algunas individualidades, que si yo fuera “El Tío La Vara”, de José Mota, no tendrían país para correr. Ya que ellos no tienen vergüenza de lo que son y lo que hacen, ya va siendo hora de que alguien les de un zurriagazo, aunque sea de linotipia, pero eso sí, al plomo candente. No se puede ser más analfabetos, ni más delincuentes. ¿Con qué ilusión vamos a ir el día 20 a las urnas?, si de lo que de verdad entran ganas, es de retirarse al desierto, a ver como construimos el AVE que va a la Meca. Que para más escarnio, se da la paradoja, de que siendo obra nuestra, llegará antes al paraíso musulmán, que a Granada. Claro que, de qué vamos a asustarnos. Nosotros, para vergüenza de nuestros representantes sin distinción de color o bandera, si hemos visto antes la caída de ETA, que el metro circulando por Granada, ¿cave mayor felonía?

A nuestros políticos no les preocupa – salvo alguna honrosa excepción – que sean ya casi cinco millones los parados, que las pensiones estén congeladas, los sueldos reducidos, y los desahucios se cuenten por centenares cada semana, dejando un reguero de familias en la calle sin techo. Las propuestas ante eso son claras. Un ascensor para subir a La Alhambra, eso es lo que va a dar de comer a los granadinos que ya han agotado la prestación por desempleo. O la reforma de la Ley del Aborto, anunciada a bombo y platillo por Rajoy, como una de las estrellas de su programa de gobierno. Según el Partido Popular, éstas son las grandes preocupaciones de los granadinos, y ellos nos las van a solucionar a partir del día 21 de éste mes. La que Ledesma nos tiene preparada con el IBI, es otro obsequio de quienes nos gobiernan, sin saber si podrán pagar las nóminas el mes que viene. Mariano ha camuflado en su programa, privatizaciones, copagos, reducciones institucionales, tipo... diputaciones fuera y autonomías menos y a menor coste. Puntuará la procreación, con beneficios a los matrimonios que se animen a poseer el extinto carnet de Familia Numerosa, de la España católica más rancia, los homosexuales casados, quedarán divorciados ipso facto, por decreto ley de urgencia, y Franco redivivo, volverá a entrar en las catedrales bajo palio, mientras el Pazo de Meirás, cerrará sus puertas a cal y canto, para que la sociedad de a pie, no vuelva a mancillar el suelo que pisó, quién bajo la losa del Valle de Los Caídos, - todos los caídos, no sólo los suyos -, permanece incorrupto, a la espera de que en el día de su aniversario, que también lo es de José Antonio, -al que él se negó a salvar,- vuelva con su nueva gaviota azul, cuán bandera victoriosa al paso alegre de la paz. Que dios, si es que existe, se apiade de nosotros.

martes, 11 de octubre de 2011

AMIGOS DEL LUNES

AMIGOS DEL LUNES

Tito Ortiz.-

Aquella vieja televisión en blanco y negro, de un solo canal en el Paseo de La Habana de Madrid, estaba tomada por extranjeros, con mucha más experiencia que nosotros, en eso de hacer producto para la pequeña pantalla. Aquí desembarcaron, por ejemplo, los llamados “vieneses”, que entre otras individualidades muy acreditadas, contaban con Herta Frankel, y su perrita Marylín, que fue la primera ventrílocua a la que tuvimos acceso en España, los inseparables Franz Johan y Gustavo Re, presentadores a dúo de multitud de programas, de entre los que destacó, “Amigos del Lunes”, espacio de variedades, presentado con humor, para toda la familia, que se emitía como su propio nombre indica, la noche de los Lunes, después de que todavía tuviéramos en el recuerdo, el programa por excelencia, presentado por Laura Valenzuela y Joaquín Prat, llamado, “Galas del Sábado”, y que como pueden imaginar, se emitía la noche de la víspera del domingo. Entonces los programadores no se estrujaban mucho el cerebro para titular un espacio. Baste recordar el pionero de los infantiles, “Silla de Pista”, con los inconfundibles Boliche y Chapinete, que tocados con un canotier, desde el que se balanceaba un pájaro, hacia atrás y adelante, y utilizando como decorado en plató, una simulada pista circense, abordaban todos los contenidos propios de la tarde infantil con gran éxito.

Tenía los ojos más grandes y profundos que he conocido en mi vida, la sonrisa más señorial conocida, y el porte de una gran señora, que había sabido adaptarse a los tiempos. Doña Luisa, en su casa de La Almanzora, me preparaba cada noche para ver la tele, unas natillas exquisitas, que jamás he vuelto a probar, con almendra picada y tostada por encima, y mientras Luís Mariano cantaba “violetas imperiales”, en aquella primera televisión en blanco y negro que llegó al barrio, mi mano de infante de algo más de un lustro, iba socavando el plato, dejando hoyos al paso de la cuchara, y deleitándome con aquel sabor dulce e irresistible. En el dormitorio cercano, ensayaba siempre con la puerta cerrada, sin cesar, el discreto clarinetista de la orquesta del Rey Chico, con el que doña Luisa compartía vida y honor, y al que nunca vi la cara. Notaba su presencia, pero nunca lo vi, doña Luisa lo guardaba como su secreto más preciado. Mujer de torero afamado, al que la parca partió en dos en la antigua plaza, a tan sólo unas horas de su alternativa, rezumaba en su semblante y porte, la estela noble del abolengo más preciado, junto a la sencillez más absoluta. Todavía no he encontrado una mujer con su clase, pese a la terrible tragedia vivida, digna de ser cantada en romance y vista en la gran pantalla como drama nacional al más puro estilo patrio. Amazona de rejoneo clásico, galopó por la senda de la viudedad, con el señorío de una Emperatriz atarfeña, y yo tuve el privilegio de ser mimado por tan gran señora, que no sólo nos permitía ver la televisión de la que carecíamos en casa, sino que nos trataba, pese a nuestra condición humildísima de inquilinos de su finca albaicinera, como si de su propia estirpe fuéramos. A doña Luisa le debemos en mí casa, descubrir por primera vez lo que era un televisor, verla hasta que llegaba “El Alma se serena”, y se interrumpía la programación hasta el día siguiente, momento en el que doña Luisa, parsimoniosa y metódica, dejaba caer sobre aquel extraño mueble, una impecable funda de franela, con la que el instrumento quedaba protegido hasta otro día, en que a las dos de la tarde, comenzaba de nuevo la programación de aquel único canal. El UHF, fue un invento muy posterior.

Y así fue como entre natillas de doña Luisa, y hazañas del cabo Rusty y su perro Rin tin tin, llegamos a la muerte de Pío XII y vimos pasear en silla gestatoria a mi inolvidable y admirado Juan XXIII, el Papa del Concilio Vaticano II. Con él, se murió para mí, el último Papa de Roma. Por eso nunca agradeceré bastante a esa gran señora, el haberme permitido a través de su televisor Vanguard de madera barnizada, que tardaba una eternidad en encenderse, haber sido un niño más abierto al mundo y a las cosas, en un tiempo que la tele no estaba en todas las casas, vamos, a la mía tardó muchos años en llegar, pero es que además, la tele enseñaba, educaba y entretenía. Yo me aficioné al teatro, con programas como, “Estudio 1”, donde conocí a los clásicos. Y a la zarzuela, por las retransmisiones en directo desde Madrid. A la música clásica, por los excelentes conciertos sinfónicos. Yo he aprendido durante mi infancia tanto de la televisión, que ahora no comprendo, como hay padres que se atreven a tenerla encendida en casa a determinadas horas, con sus hijos sentados ante ella. Lo mismo que se les enseña a leer y a escribir, a los hijos hay que decirles que pueden ver en la tele, y a que horas. Asusta la última estadística en la que se advierte de que, casi dos millones de niños entre los dos y nueve años, ven la tele cada noche hasta después de las doce. ¿Y luego queremos que rindan en el colegio, y nos damos golpes de pecho por el fracaso escolar?

miércoles, 5 de octubre de 2011

TERTULIA FLAMENCA "MANUEL SALAMANCA"

TERTULIA FLAMENCA “MANUEL SALAMANCA”

Tito Ortiz.-

La calle del Rosario, entre san Matías y La Plaza de Los Campos, fue el sitio elegido por Antonio Trinidad, “Fosforito de Graná”, para levantar altar y santuario a Manuel Salamanca, platero universal y fundador de la sinagoga jonda que ahora tiene mirador frente a La Alhambra en la placeta de Toqueros, que incomprensiblemente, es una calle. Estaba yo una noche, en la antesala del bar platero, y observé que mi chache ya no estaba sirviendo aquel caldo con yerbagüena, y en su lugar, lo hacía el Tato, que durante el día repartía bombonas de butano, por la noche vino indescifrable del tonel, y los Jueves Santos, portaba la Cruz de Guía de La Concha. El Trinidad decidió llevarse el caldo a otra parte, y darle un homenaje al fundador de la platería, en presencia aquella mágica noche, del escritor José María Garrido Lopera, el poeta, Miguel Ruiz del Castillo, “Miguelón”, Pepe “El de Jun”, y Manuel Celestino Cobos, “Cobitos”. Sentado a mi derecha, mi hermano, Miguel Ángel González, tomaba nota cuán notario flamenco de todos los tiempos.

Mientras Victoriano del Cerro, se acercaba cauto al mostrador para pedir un “Tumbalobos”, yo seguía leyendo con parsimonia, aquel cuadro colgado en el que se registraban los cantes prohibidos, aquellos que no podían ejecutarse en La Platería, por ser considerados, menores, de poco fuste, bastardos en relación al tronco vivo del flamenco puro, en definitiva, los que Salamanca y los fundadores, habían decidido, que sólo entonarlos por bajini, debían ser merecedores de inmediata expulsión del recinto. Y fiel a sus dictados, estaba don Manuel escuchando en la tertulia del Trinidad, a un chico que empezaba lleno de ilusión su carrera, y que en honor al homenajeado, - de manera espontánea y desconociendo la intransigencia del platero – se atrevió con la interpretación de un fandango personal, en el que, todo hay que decirlo, echó los belfos por la boca con enjundia y flamencura. Al acabar, el muchacho se acercó tímido y cauteloso, hasta donde se encontraba Salamanca, deseando escuchar su opinión a cerca del cante interpretado, a lo que el fundador de la platería, espetó sin misericordia: ¡ Niño... eso son diarreas!, dejando chafado a quién con tanta ingenuidad, recababa el plácet del sabio anciano flamenco. Intercedió en el violento instante, la educación personificada en el mundo de los aficionados al flamenco granadinos, que siempre se llamará, Emilio Fuentes Laguna. Conocedor del flamenco como el que más, pero repartidor de una educación y comportamiento, no habituales en éste mundillo.

Cantaba José Carlos Mochón, con toda la añejura que sabía captar de quienes le enseñaban. Él era sólo un niño, que se fue pronto, pero venía de una casta de aficionados de altura, la de su abuelo, José María, el popular tabernero del Campo del Príncipe, habitual de festivales, concursos, y peñas, de zona cercana a otro inolvidable, “El Faquilla”, y la asociación de vecinos del Realejo, donde el profesor de la Universidad, Juan Antonio Rivas, o su amigo Arsenio, el de la cafetería de “Las Flores”, tanto han hecho por cultivar el flamenco. Todos enseñaban al pequeño cantaor, al que se procuraba emparejar por razones de juventud, con el ya veterano, Javier Montenegro, docto y fiel, a los cánones del saber y del estar, o el no menos habilidoso, José Carlos Zárate. Rosa Mercedes, sigue teniendo los ojos más bonitos y expresivos que ha tenido la bata de cola en Granada. Y mientras el Trinidad, le atiza a la Farruca, Beatriz Martín, se retuerce en el arabesco de Carmen Amaya, en una expresión del baile granaíno, no experimentada hasta entonces. A Beatriz... Sevilla la espera.

En el Cortijo “Las Cruces “ de la calle Recogidas, donde la venencia es de caña y te ponen fino “forzudo” en cata vinos, sobre urna de cristal conserva el vestío de torear con el que Frascuelo tomó la alternativa, un autógrafo con tiza en la tinaja del fondo, donde se lee muy claro al poeta, Jorge Guillén, y una desvencijada guitarra, colgada de la pared, que al igual que la del mesón de Serrat, aguardaba al meritorio ejecutante, para dejar sonar sus sones lastimeros. Melchor de Córdoba, la rasgueó más de una vez entre cabales, y utilizando a modo de cejilla, un lápiz y una cuerda, el vecino del barrio de san Matías, armó los compases necesarios, entrecruzando alguna falseta marca de la casa, para acompañar al médico otorrinolaringólogo de Loja, que aunque nacido egabrense, se doctoró como rociero en Granada. Su barba pelirroja y su conocimiento vasto, sobre Cayetano Muriel, Niño de Cabra, lo hicieron derramar buen cante, alguna noche sobre mi hombro, en esa noche de Luna, que sólo tiene Granada, mientras recordábamos al sordo, Manolo Ávila, a su presentador Emilio Navarro, a Miguel El Santo, en las Hermanitas de Los Pobres, después de haber acompañado a la sonanta a Frasquito durante toda su vida. Ay, que quejío más flamenco, tiene mi Granada.

martes, 4 de octubre de 2011

LA VENTA DEL ÁLAMO

LA VENTA DEL ÁLAMO

Tito Ortiz.-

Con la muleta de la vida, y un pernil de más, sus gafas oscuras y un torrente de voz inalcanzable, Guzmán Albea cantaba aquella noche por derecho, en La venta El Álamo, entre la carretera de Murcia y la Puerta de Fajalauza. Sentados en la mesa camilla, los señoritos paganini, daban buena cuenta de un pollo frito con ajos, manjar sublime de aquellos años, y media damajuana de tinto Pasto Espinosa, la coñac y el aguardiente, vendrían después. “El Chispitas”, con el cuello doblado sobre la curva menor de la guitarra, acompañaba al corpulento cantaor, especializado en captar la atención del auditorio, por mor de sus salidas espectaculares, a pecho descubierto, sin red ni paracaídas. Cantaor valiente, Albea sé hacia rodear de otros que no lo eran menos, tal era el caso del Niño de Osuna, o Chiquito de Osuna, o Manolo. Tampoco andaba falto de voz, Miguel Mariscal, que cuando abandonaba su escalera de pintor, se transformaba en decires de quejíos lentos y jondos.

Llegaban los coches del punto hasta la puerta, y de ellos salían cantaores, guitarristas y bailaoras recién peinados, con olor a brillantina, mientras Pepe Albayzín, antes de cruzar el tranco de la entrada, se abrochaba pinturero el botón de la chaqueta, y se tiraba con el índice y el pulgar, de los picos del pañuelo de bolsillo, para mostrarlo a las gentes con orgullo flamenco. Los artistas tienen también que parecerlo, no basta con hacer bien el oficio, el flamenco tiene una imagen, y entre los vecinos del Albayzín y el Sacromonte, a nivel de imagen, existe una diferencia clara de los que son artistas y los que no. Y si tienen la suerte de ser fijos, como los que Manolo Gómez mantiene cada noche en “El Rey Chico”, entonces el privilegio es grande, como la voz de La Carmela, o el baile de Angustillas. No hay que olvidar, que entre las ventas y las cuevas, Granada ha tenido una época de gran flamenco, con estilo propio y sin imitar a nadie, dando lo mejor de nosotros, lo singular y genuino, que en ninguna otra parte de Andalucía se ha hecho, o se ha sabido hacer... bien. Jerez tiene muy buenas bulerías, pero nada saben del Tango Falseta, de los Merengazos, o simplemente... del Camino. Pocos son los cantaores de fuera, que saben hacer la Granaína y la media como dios manda, sin confundirlas con la malagueña, o meter un fandango abandolao de los montes de Málaga, confundiéndolo con la media, o hacer los cantes de Frasquito Yerbagüena con aires de Huelva, que ya es el colmo de los colmos. Vamos, tal y como hacía nuestros cantes, Juan Antonio Cuevas Pérez, “El Piki”. Granada tiene pocas cosas singulares en el arte flamenco, pero las que tiene, son inimitables e inconfundibles, sobre todo lo concerniente a la zambra y el ritual de la boda calé.

Y hablando de calé, buen cante gitano lucía en primera persona Juan “El Canastero”, hermano de María, propietaria de la más famosa cueva del camino. Juan se dedicó a sus negocios de telas y nunca se hizo profesional, pero el gusto y el deje de su voz, eran cotizados entre los aficionados de paladar fino, y bien que lo dejó grabado en aquel “Mosaico de los Cantes Granadinos”, que se registró en los estudios de Radio 80, en el edificio La Pirámide, dirigido por Pepe Delgado, con el acompañamiento de Rafalín “Habichuela”. Muchos bebieron en aquel kiosko, tasca, taberna o catedral del cante, que en el Zaidín tenía el guardia municipal más flamenco que ha dado la historia, y que por muchos años fue esa escuela donde aprender. Francisco López Aguilar, “Niño de Curro” o Curro El Guardia, albergó en las entretelas de su afición flamenca, a todo aquel joven o menos, que quería aprender el flamenco y no sabía dónde. Granada tiene una deuda eterna con éste hombre, que desde el uniforme honrado de municipal, dispersó el arte flamenco, abonando a no pocas almas que después lo han engrandecido. Sin que podamos olvidar a los que cada madrugada, en la soledad acompañada de un reservado, ante los señoritos de postín, y las señoritas de medias de cristal con costura y, boquilla para fumar rubio americano del estraperlo, soltaban “dukelas” de muerte por su garganta, en la venta “Los Rosales”, donde Granada se escapa en dirección a Madrid. Ay, cortijo de “Los Mimbrales”, si yo pudiera cantarte como lo hacían, “Chocolate de Graná”, Morente Cotelo, o mi amigo ferroviario, Currro Vega “El Parrales”, con la guitarra de mí admirado profesor de autoescuela, Juan de Pinillos. ¿Para cuando ese homenaje en Granada, a sus segundones de oro? Para cuando, el reconocimiento del magisterio impartido desinteresadamente, por aquellos maestro anónimos, que han llegado a forjar lo mejor de nuestro arte desde el anonimato, en cante, toque y baile. Lo mismo que existe el Oscar, para los actores de reparto, no protagonistas, en flamenco deberíamos inventarnos aunque fuera, la llave de bronce, para reconocer a tantos maestros que impartieron su humilde saber gratuitamente, formando a los que después, incluso, han llegado a ser artistas de postín. Que quiten ya de los bares el cartel de... ¡Se prohibe el cante!, y que las administraciones, dejen de subvencionar a los de siempre, que hay más artistas en el mundo del flamenco.

lunes, 3 de octubre de 2011

LA VENTA DEL LORO

LA VENTA DEL LORO

Tito Ortiz.-

Estábamos sentados en corro, en sillas y mesa de tijera, abrigando una botella de anís impreciso, rellenada con vino blanco y gaseosa, tapada con un corcho agujereado, del que sobresalía una caña del grosor de un carrizo de zambomba navideña, que disciplinadamente a garganta abierta, ocupaba la mano diestra de los presentes, pasando de uno en uno, en el sentido de las manillas del reloj, aquel viejo Longines de bolsillo, encadenado al chaleco, que mi padre me había regalado, por mi primera paga entregada en casa. El asunto discurría correspondiente a un día de San Miguel cualquiera, en el que los albaicineros, peregrinaban por la puerta de la famosa venta, para ir ocupando sus lugares en el cerro del aceituno, o la popular “bolilla”, por su parecido a un sombrero, de ahí, también su denominación popular. Mi compadre, Angel Rodríguez “Chanquete”, se lanzó espontáneamente por fandangos de la tierra, haciendo un homenaje, primero a, Frasquito “Yerbabuena”, abordando después su flor más preciada, en la que no tiene rival, los fandangos de nuestra costa, hablo de Jete, Otívar, cualquier modalidad de éste palo, en el que la mar esté cerca, mi compadre lo conserva con el quejío más puro y añejo que pueda imaginarse.

Tras refrescarse el gaznate y mordisquear un raspa de bacalao, Isidro Alba, dejó con parsimonia la botella sobre la mesa, entrándole con enjundia a la soleá apolá del “Niño de Jun”. La voz laína de tan cabal aficionado, rasgó el cielo taciturno de Septiembre, mientras los romeros camino de la ermita, volvían sus caras de asombro, para fijar la mirada en aquella reunión de parroquianos, que ante un cuenco de aceitunas zapateras, a golpe de lingotazos y nudillos sobre la madera, en ausencia de guitarra, desgranaban lo mejor del cante granaíno. En la puerta de la venta, cada vez eran más los que se paraban, haciendo un alto en el camino, para saborear lo más jondo del cante de la tierra, en la voz de quienes mejor lo han conocido y practicado. Quienes lo conocemos, sabemos que esto ocurriría: No pudiendo contenerse, Miguel Burgos Única, “El Cele”, dió un brinco desembarazándose de la silla, y ensacando una buena cuerda de su macuto, hizo al instante un columpio en el cercano olivo, y al vaivén del artilugio, fue diciendo los cantes pertinentes aprendidos de sus abuelos, aportándoles lo mismo que las madres al buen vino, rematando el asunto con unos cantes de trilla.

Fue Curro Andrés, quién después de haberle dado un buen mordisco a un membrillo, hizo la salía de la “seguiriya”, con el mutis asombrado de todos lo presentes. Ante las “duquelas” de muerte expresadas por el de la calle Imprenta, agotada la segunda botella, Pepe Delgado, salió a la puerta de la venta, con un porrón recién mezclado en la mano, ofreciendo a los presentes, que cada vez en mayor número, agrandaban el corro para que empuñando su guitarra, el gran Adrián, el guitarrista ciego de Granada, maestro de Ochando y tantos otros, acompañara con temple de campana, el decir ajustado a los cánones de Francisco Andrés al cuadrado. Alguien sacó una petaca de caldo de gallina, que puso sobre la mesa junto a un librito de papel “Bambú”, y el cante siguió brotando, al paso de fiambreras y manteles de cuadros, junto a hogazas de Alfacar, camino del cerro. Es día de San Miguel, es día de tortilla de patatas y pimientos fritos, de acerolas y azofaifas, de almencinas y maholetas, cuyo hueso diminuto, lanzado por el ánima de un canuto de caña, hará blanco en el cogote del incauto, mientras en cante de los otros, habla.

Animando el corro estaban, Pepe “El de La Campsa”, Angelillo, Martín Liñán,.. y en esto, llegó de Alhama, la tierra de los baños, Paco Moyano, que improvisando una letra contra Franco, hizo soltar las carcajadas, y los rápidos vistazos a uno y otro lado, por si había ropa tendida. La media granaina la puso, Juan Antonio Cuevas Pérez, mientras Juanillo “El Gitano”, daba la auténtica dimensión, de lo profundo que es el pozo sacromontano del flamenco, echando al aire con peso de plomo en la garganta, los tangos de “Los Merengazos”. Asentía echando bocanadas de humo de su excelsa pipa, el padre de la Rosarito, que tenía su santuario frente a los Hospitalicos en la calle de Elvira, mientras su yerno, Francisco Manuel Díaz, hacía sonar su guitarra de cristal, cuya imagen exportamos a todo el mundo, como el único luthier de la Cuesta de Gómerez, capaz de tal hazaña. Soltó al viento en el momento, sus versos más preclaros, el granadino-murciano Fernando Lastra, y raudo como un relámpago, le acompañó la guitarra de Vicente “El Granaino, que desde la sombra, sigue aportando la luz más flamenca, al rasgar de la prima y el bordón. Era otro día de San Miguel, desde Haza Grande.... a la Alhambra.