martes, 30 de agosto de 2011

PACO CARMONA

HISTORIAS DE AQUÍ


Tito Ortiz.-


Paco Carmona


Llegó a Granada como un soplo de aire fresco, para renovar las ondas de la vieja radio, “La Voz de Granada”, que ya era Radiocadena Española. Aquella por la que nos habíamos acostumbrado a oír a Manolo Franco, Rafael Gómez Montero, mi compañero Alberto, con el que compartí micrófono en radio Popular. Pepe Girona, Leonardo Amor, y el maestro y amigo, José María Guadalupe Guerrero, quien en no pocas ocasiones, protagonizó con él, deliciosos conciertos de piano a cuatro manos, en aquel media cola negro, que sin saber por qué, terminó en los estudios de Radio Nacional en Málaga. Tanto Paco Carmona, como el jefe de informativos José María Guadalupe, poseían estudios musicales académicos, que no dudaban en poner al servicio del improvisado auditorio de compañeros/as, antes de acudir a las ruedas de prensa habituales, o iniciar el magazine, “Calle de Elvira”, de cuatro horas de duración y que repasaba concienzudamente la actualidad arandina.


Paco Carmona, egabrense asevillanado por razones del noble oficio de radiofonista, tardó diez minutos en incrustarse a sangre y fuego en la sociedad granadina. De la mano de su inseparable Josefina, y acompañado de sus hijos, Paco, María José y Rodrigo, comenzó a tener voz entre los compañeros y los medios informativos de la Granada de los ochenta, y como consecuencia de su maestría; Voto. Pronto el mundo del flamenco, tuvo en Paco Carmona, un colaborador, presentador y divulgador de auténtica excepción, imprescindible en festivales, recitales, y actos del arte andaluz, que tuvieron su eco inmediato en aquella emisora mítica que nunca debió desaparecer, gestada por José María Durán y Paco Sánchez, que se llamó, RadioCadena, Flamenca, que con la producción del desaparecido, Carlos Arbelos, y la presentación del granadino de la Cuesta de Los Chinos, Miguel Acal, hizo las delicias de los aficionados del mundo entero.


Pero si el flamenco gozó de tan espléndido divulgador, no se quedó atrás el mundo de las tradiciones religiosas. Su veneración por nuestra Patrona La Virgen de Las Angustias, cuya fe ya traía él desde su Cabra natal, donde se venera la misma advocación, con talla de origen granadino, le hizo estar cercano a los inicios de la ofrenda floral y su transmisión en directo. También fue colaborador extraordinario de la Hermandad de Gloria del Rocío granadina, y pregonero radiofónico de sus excelencias. Y sobre la semana santa de nuestra ciudad, Paco Carmona se volcó con el cariño desinteresado que sólo un hombre cabal, pone en tan digno menester, sacando – incluso - de apuros a amigos como el entonces hermano mayor de La Concha, Sebastián, que a tan sólo 24 horas del pregón de su hermandad, que ese año iba a pronunciar, el también radiofonista granadino afincado en Sevilla, José Luís López Murcia, y recibir telegrama de enfermedad imprevista, no dudó en poner en el compromiso a su amigo, Paco Carmona, de realizar tan inesperado pregón, y éste, aceptando el reto, no durmió en toda la noche ni durante el día en las horas previas a pronunciarlo en el Monasterio, y lejos de salir del paso con argumento ramplón, que todos hubiéramos aceptado y comprendido, Paco Carmona deleitó al auditorio con un pregón de fe y sentimiento, como se han pronunciado pocos en la ciudad de La Alhambra. Así era Paco Carmona y su corazón cofrade entregado siempre a La Concha y el Manuel.


No le fue ajeno el mundo de los toros, en cuya parcela brilló con luz propia, como en cualquier otra informativa que requiriera, iniciativa y profesionalidad. Pionero y participante de las comidas con especial tertulia a los postres, de todos los directores de emisoras de Granada, hecho no muy frecuente hasta entonces, también participó en un programa solidario, con motivo de la sequía y el buen uso del agua potable, que con la presencia del Alcalde, Antonio Jara, se realizó en los estudios de la extinta Radio 80, presentado y dirigido por su director, y emitido por primera vez en la historia, simultáneamente por todas las emisoras granadinas. Paco Carmona, presentó innumerables festivales benéficos, divulgó como nadie nuestras tradiciones, y cuando Radio Nacional tiró de su experiencia para mayores empresas junto a la Giralda, dejó en Granada un reguero de amigos para toda la vida. Su jubilación anticipada, le permitió volver a otra de sus grandes vocaciones, el teatro. Y de la mano de, Durán Ayo, lo pudimos ver tarde tras tarde, en Canal Sur Televisión, encarnando a diversos personajes con gran solvencia. Entrañable conversador y hombre de vasta cultura, fue su pasión hacer disfrutar a sus amigos, de agradable compañía y amistad sincera. Una de sus últimas visitas a Granada, fue cuando aceptó la invitación de, José Luís Ramírez Domenech, y presentó en el Centro Artístico, el cartel anunciador de la coronación canónica, de Nuestra Señora de Las Angustias de La Alhambra, ante un auditorio que volvió a rendirse a su palabra, esa que lleva unida para siempre, la amistad de Paco Carmona. Un señor de las ondas.

SALA DE ESPERA

SALA DE ESPERA

Tito Ortiz.-

La culpa la ha tenido Antonio López. Yo quería ver la exposición de mí ídolo en vida, antes de su clausura en el feudo de Tita Cervera, y por mi trabajo, las únicas fechas disponibles, coincidían con la visita a Madrid, de un antiguo militante nazi, que ahora visita las ciudades revestido de blanco, en olor de multitudes. Y nunca mejor dicho eso de multitudes, porque lo que yo he tenido que aguantar en el metro, de cánticos y empujones, eso no está pagado con nada. Cuanto memo vestido de blanco y amarillo, soltando como posesos, vivas a no sé quién, y Hosannas a no sé cuantos. Menos mal que Cristo es grande, y en Cuatro Vientos, se hizo presente, haciendo volar incluso, el solideo de quién se arroga su representación, sin dar ejemplo alguno de su auténtica doctrina. Cosas veredes, amigo Sancho. Y hablando de un manchego, resulta que Antonio López, me ha vuelto a cautivar con su obra pictórica, escultórica y con esos dibujos a lápiz, que te encogen el corazón, hasta producirte una crisis de apnea, por su belleza y perfección. La muestra que agoniza en el paseo de Recoletos, en casa de la baronesa más mediática, es muestra fehaciente de lo mejor del arte contemporáneo español, aunque a mi juicio, tiene dos defectos. El primero es que se me antoja corta, conociendo la trayectoria de mí ídolo, y la segunda, es que –a mi juicio- está sobredimensionada en algunos temas, o excesivamente reiterativa sin motivo, en otros aspectos. La exposición de Antonio López, en el Thyseen-Bornemisza, tiene el defecto ya observado, en otras muestras de distintos autores, cuando son comisariadas por personas muy cercanas al autor, carentes de la distancia precisa, para no admitir un “todo vale” en lo colgado. Sobran en ésta ocasión, cuadros inconclusos, abocetados, y no rematados, cosa que un comisario independiente puede advertir, pero que la propia hija del autor, eleva a la categoría de obra a exponer, en un craso error. No hay que rellenar por rellenar, lo importante de una muestra de un artista tan valorado, es que lo expuesto, responda a las expectativas de un autor tan consagrado, al que ya no medimos por la cantidad, sino, por la calidad. El asunto debe quedar como la famosa cena de Rossini. Cuentan que el gran compositor, fue invitado a cenar por una dama de la alta burguesía, que a su vez cosechaba merecida fama de tacaña. Al finalizar la velada, las viandas habían sido tan escasas, que al despedir en la puerta al músico, la dama para quedar bien le dijo: Señor Rossini, espero que pronto volvamos a cenar. A lo que el compositor contestó: Ahoramismo, si usted quiere. Pues así deben ser las exposiciones de nuestros ídolos. Deben dejarnos con ganas de repetir, y no cansarnos por su escasez y reiteración injustificada.

La moderada frustración de la muestra, unida a las colas para visitarla, y las esperas interminables en el metro gracias a las legiones de peregrinos cantarines, han hecho de la experiencia un claro ejemplo, de lo que Eduardo Punset, define como la felicidad. Mantiene ésta criatura multidisciplinar, a la que desaparecido Saramago, leo con más frecuencia ahora, que la auténtica felicidad es la sala de espera de la felicidad. O sea, que cuando más feliz eres, es cuando estás en el proceso de conseguirla, porque cuando la alcanzas, la cosa ya pierde su aquel, por el sólo hecho de haberla conseguido. Conforme con ésta definición, sostengo, que he sido mucho más feliz, durante los meses que he preparado el viaje a Madrid para ver la exposición de mi admirado Antonio López. La compra de entradas por Internet, la búsqueda de alojamiento, el metro más cercano para llegar al museo, el restaurante no cerrado en Agosto para poder comer, en fin, todos los preparativos de un provinciano, que se mantiene en contacto con la actividad cultural de la villa y corte, para no perder el salto de la formación continuada, y seguir cultivándose culturalmente, y que como todo lo impredecible, a veces, no es tan gratificante como nos lo planteamos en nuestra mente. Porque la puntilla han sido los precios del merchandise. Una simple reproducción del cuadro emblemático de, la Gran Vía madrileña, de mi ídolo Antonio López, y unos imanes para el frigo, de alguna de sus obras más conocidas, un ojo de la cara, óiga, lo que yo le diga. Que a veces a uno le obligan a pensar mal. Parece como si la descafeinada muestra “lopeziana”, fuera sólo el pretexto para forrarse, vendiendo a precios desorbitados, multitud de cosas inservibles con la foto de sus cuadros. Desde su última retrospectiva en 1993, el pintor ha evolucionado. Efectivamente, eso dice el “clarividente” catálogo de la muestra, lo que pasa es que de lo colgado, poco o nada corresponde a estos años, muy al contrario, la base de la exposición, es obra menor con alguna excepción, pero de los primeros años. Siempre es agradable ver los trazos inconclusos del genial manchego, pero de ahí, a que la mayor parte de lo exhibido esté sin acabar, me parece cuando menos, decepcionante. Antonio está mal aconsejado y peor comisariado. Suele ocurrir cuando estas cosas se dejan en manos de la familia. Recuerden: familia y trastos viejos, cuanto más lejos...