jueves, 2 de junio de 2011

TRÁS LA ACAMPADA

TRAS LA ACAMPADA

Tito Ortiz.-

En mis tiempos, la acampada eran los cursillos de cristiandad, pero en la mili. Ahora la acampada es un fenómeno que lleva por nombre el de la virgen de Mayo. O mejor dicho, el día de San Isidro Labrador, que ya quisieran muchos de los acampados, tener siquiera un trabajo de labrador en algún sitio, pero que pocos sabemos hacia donde conduce, incluidos gran parte de los acampados. Los movimientos asamblearios es lo que tienen, que lo mismo escuchas una propuesta de lo más atinada, que una patochada de toma pan y moja, porque hablan todos, y hasta algunos que no saben lo que hablan. La acampada surge como protesta del poder establecido, por habernos llevado hacia una crisis, en la que los perjudicados somos los de siempre, y los que no la notan, también… los de siempre. Se acampa contra los partidos y los sindicatos, fundamentalmente, porque no nos sentimos representados en ellos, y mostramos libremente nuestra disconformidad con su proceder, pero dudo de que los acampados indignados, hayamos puesto de manera contundente, propuestas sobre la mesa, para acabar con esto, y que no se nos siga confundiendo con los okupas.

Tengo la impresión como decano de los indignados, pues llevo tres años anunciando esto en éstas mismas páginas, o sea, mucho antes de que el centenario francés superviviente a los campos de exterminio nos lo dijera por escrito, por cierto, escrito muy afrancesado y anclado en los cuarenta, con una visión muy parisina y romántica de la resistencia, y poco actualizada con el desastre actual, que sabemos lo que no queremos, pero no tenemos las herramientas para reconducir la situación, o lo que pudiera ser peor, no damos con la tecla. Los acampados van desde los ateneos libertarios y anarquistas, a la proclamación espontánea de la república, aprovechando que Juan Carlos pasa dentro de unos días por el quirófano, y creo que no corren buenos tiempos para la lírica, y mucho menos, para la toma de la Zarzuela, a no ser que sea La Revoltosa, del maestro Chapí, o la que hace mi mujer de mariscos, que está para chuparse, el himno de riego, con manzanilla de Sanlúcar.

Los acampados estamos – al parecer – además de indignados, confundidos, o por lo menos, sin argumentos razonables para levantar las tiendas. Parece como si al dejar las plazas de España libres, se nos fueran a esfumar las ideas, y una vez, acéfalos, pudiéramos vagar eternamente como almas en pena, en dignísima procesión de la santa compaña. Pienso, - no sin gran esfuerzo – que cuando se tienen las ideas y alternativas para solucionar los problemas de ésta sociedad vacua y desencantada, se pueden ofertar sin temor a los que desde hace tanto tiempo nos desgobiernan sin rumbo, y que nos van a dejar en manos de una oposición de mano dura, bota acharolada y correaje resplandeciente, que pronto nos harán recordar con nostalgia, que cualquier tiempo pasado reciente fue mejor. Y todo esto se puede hacer desde casa, sin convertir las plazas en zocos mal olientes. No somos más demócratas, ni más libres, ni más rebeldes, por dormir al raso entre el socorrido cartonaje, a no ser que con ésta ocupación de las plazas, estemos camuflando otros movimientos a los que les interesa ser más numerosos, porque de no ser así, no se le oiría.

Me preocupa que un movimiento ejemplar a nivel europeo, como el que hemos protagonizado en España los indignados de todas las edades y condición social, pueda ser aprovechado y manipulado, por otros colectivos a los que éste caldo de cultivo, les puede ir muy bien, para su mejor visibilidad y presencia en los medios de comunicación. Si los acampados indignados no nos vamos de las plazas, me temo que la ciudadanía que tanto nos ha respetado y admirado, puede que nos confunda con otros movimientos, anteriores al nuestro, y que no por más viejos, han aportado nada a la sociedad ni a su amplia problemática, muy al contrario, la siguen parasitando sin intención de resolver problemas, todo lo más, crearlos, en pos de la algarada pachanguera. No se porque, cuando los indignados tratamos de convencer a los políticos de su error, tiene que salir a nuestro lado, uno que toca los bongos africanos con deleznable tino y peor sentido del ritmo, con cara de colgao y rastras muy sucias, con las que no me identifico, por muy albaycinero que soy. El mensaje de los acampados indignados, no debe ser adulterado, ni manipulado, por otros colectivos inmovilizados en sus trasnochadas ideas, que conducen a ningún sitio. La lección que los indignados españoles hemos dado a la sociedad, y que mediáticamente ha dado la vuelta al mundo, bien merece una ducha, y oler a limpio. La libertad y la democracia, no están reñidas con el agua y dormir en una cama. Ciudadanos y ciudadanas indignados/as, salgamos de las plazas, antes de que otros, las conviertan en un corral indefinido, de muy dudosa ideología práctica.

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