martes, 21 de junio de 2011

DE CUANDO EL HONOR Y LA HONESTIDAD, COSTABAN LA VIDA.

Se llamaba, Manuel Fernández-Montesinos Lustau, fue médico profesional, y político vocacional. De carácter alegre y vitalista, me contaron los que le conocieron, que siempre veía la botella medio llena. Tenía una bandera; el servicio a los demás. Por eso se hizo médico, y por eso mismo, fue alcalde durante la república, fusilado por los sublevados. Era hijo de un alto cargo de la Banca Rodríguez Acosta en Granada, donde estudió Medicina obteniendo el título en 1921. Nueve años después, se casó con Concepción (Concha), hermana de García Lorca, con la que tuvo tres hijos, Vicenta, Manuel y Concha.

Miembro del PSOE, fue elegido concejal de Granada, el 12 de abril de 1931, en las listas de la Conjunción Republicano-Socialista. Sus ideas sobre la justicia social, el sistema de enseñanza para todos, la comunión con los postulados de Fernando de Los Ríos, y su frecuente aceptación de los idearios krausistas, le llevó al panenteismo, o racionalismo armónico, odiado por Franco y sus secuaces, que a falta de estudios y formación, los tildaban de comunistas o masones, aún a sabiendas, de no saber que significaban éstos calificativos, que los fascistas utilizaron como insulto. Junto a Luís Fajardo Fernández y Carlos Morenillas, fue autor en 1932 de la ponencia, "La conveniencia de formar parte de la Mancomunidad Andaluza", solicitada por el ayuntamiento de Granada para ir a la Asamblea de Córdoba, sobre el Estatuto de Andalucía y, en la que se muestra, contrario a la integración de Granada, dando muestras una vez más, de su libertad de pensamiento y obra, algo que entonces se interpretaba dentro del PSOE, como riqueza intelectual de la militancia, y que hoy sería motivo de expulsión de sus filas, pues ya se sabe, que o le haces el caldo gordo al jefe de la ejecutiva, o por muy razonable que sea tu planteamiento, pasarás a ser tratado como un traidor, enarbolándose contra ti y los tuyos, la bandera de la disciplina de partido, algo que ha terminado con la iniciativa, y por supuesto, con la aportación de ideas de cualquier militante, sin distinción de casta, grupete, o pandilla de camaradas a la que pertenezca. En el socialismo ahora, se sigue a raja tabla aquello de... el que no está conmigo, está contra mí, sin importar las ideas, y la lealtad, aquí no quieren militantes que aporten sabiduría, sabía fresca o la voz de la calle, lo único que se permite son seguidores con fe ciega en el líder, y sin rechistar, más al estilo de una secta que de un partido democrático, porque si te mueves, no saldrás en la foto. Por eso hay – desgraciadamente – militantes que se sorprenden, y otros hasta se ofenden, de que haya existido un movimiento como el de los acampados indignados del 15M, a los que han mirado con desprecio, como diciendo... ¿Pero estos niñatos, que es lo que quieren?. Y eso da una muestra muy preocupante, de la percepción que tienen los socialistas de lo que pasa en la calle. Es como si ellos no pisaran las aceras, como si levitaran para no mezclarse con la plebe. Los socialistas han fracasado en el conocimiento de la realidad social del momento, porque van a comer donde solo comen socialistas, van a desayunar donde solo lo hacen los compañeros de partido. Sus horas de ocio las disfrutan entre familias de camaradas, los hijos van a los mismos colegios, y haciéndose ellos una piña, se han apartado del resto de los ciudadanos de a pie, y de los contrincantes políticos, encapsulándose en una burbuja, que les impide ver la realidad, y que le lleguen los ecos de los sensatos ciudadanos, preocupados porque un partido de izquierdas, cada vez lo es menos. Porque un partido democrático, a nivel interno, cada vez lo es menos. Porque a base de no oír a la militancia de base, a la que sólo se le permite participar de campaña en campaña, para pegar carteles y repartir propaganda, se han construido un mundo tan distinto a la realidad, que no saben como están los ciudadanos, ni lo que necesitamos, ni lo que nos afecta. Todo lo contrario de “Manolito”, como lo llamaba su cuñado, Federico García Lorca, que no sólo tenía permanentemente abiertas, las puertas de su despacho en la Plaza del Carmen, a la espera de que irrumpiera cualquier vecino, con su pequeño o gran problema, sino que además, si hacía falta, lo atendía como médico, y le recetaba remedios boticarios para sus males. Hoy los alcaldes viajan ocultos entre cristales tintados, con escoltas numerosas, y no se dejan abordar por las criaturas, a no ser que estén en campaña y los periodistas estemos cerca para poder inmortalizar el momento magnánimo y condescendiente.


Destituido tras los sucesos de Octubre de 1934, la corporación municipal es sustituida por una gestora por orden del gobierno radical-cedista, y Manuel recupera su acta de concejal tras la victoria del Frente Popular, en las elecciones de Febrero de 1936. El 1 de julio sustituyó en la alcaldía a Luís Fajardo Fernández. Tras la sublevación que dio origen a la Guerra incivil española, el 20 de julio fue detenido por los golpistas, en el salón del Ayuntamiento, junto con otros concejales y militantes socialistas, siendo fusilado la madrugada del día 16 de agosto de 1936, en las tapias del cementerio de Granada. ¿Cave mayor sacrificio por una ciudad y sus ciudadanos?. En los tiempos que corren, es del todo impensable. Salvador Vila, Rector de La universidad granadina entonces, corrió igual suerte en la famosa colonia de Víznar, donde acabaron Federico y tantos otros. También fue fusilado, Virgilio Castilla, el presidente de la Diputación de entonces. Cuanto ejemplo, para tanto inepto actual, cuando no, corrupto. No me extraña que la familia de aquel honorable alcalde, continúe impidiendo que sus restos mortales, inauguren el nuevo panteón de personajes ilustres de nuestro cementerio.

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