jueves, 4 de abril de 2013

A CONTRAMANO

A CONTRAMANO Tito Ortiz.- Desde que a las cocinas han entrado los sopletes de fontanero y las bombonas de nitrógeno, a mí me han echado de algunos restaurantes, sin necesidad de haber entrado nunca, o sea, ni estoy, ni se me espera. Creo en la cocina natural. La dieta mediterránea y los platos de mi abuela, la mayoría de ellos de cuchara. Soy más de guiso, que de entrantes, más de arroz con leche, que de souffle. Más de croquetas del cocido que, de aromas de albahaca, con incienso de tomillo al brigadier. Pamplinas, yo cuando me siento a comer quiero disfrutar de la calidad y la cantidad. Para raciones de tamaño dedal, me quedo en casa. Y los primeros que no confían en esa nueva cocina para snob, son los propios cocineros, que cuando entras a la cocina, a ver que comen ellos, te sorprende que esos que hacen platos de raciones minúsculas, llenas de humo y colorido, se están metiendo entre pecho y espalda unas lentejas, que se te escapan “las tapaeras der sentío” con toda su pringá, vamos que no las salta un gitano con alpargatas nuevas. Pero lo que peor llevo de éstos diseñadores de la cocina moderna, es que han copado los puestos y no dan cuartelillo a la mujer. De todos es sabido, que quienes han guisado desde que el mundo es mundo ha sido la mujer. ¿Por qué no son famosas ellas?. Algunas – y lo sé de buena tinta – han enseñado todo lo que saben a muchos de éstos de las estrellas de los tubulares, y sus abuelas y madres que les inculcaron lo que saben, nada sabemos de ellas. Todo el mérito lo tienen éstos artistas, que ahora se visten de negro, un color horrible para todo, pero mucho más para estar faenando en una cocina, especializados en poner nombres cuanto más raros e indescifrables, mejor, a los platos de sus cartas, y ponerles precios astronómicos, a una ración que no pasaría de ser media tapa, en cualquier bar castizo que se precie. Y ojo con tocar la carta de vinos, que eso es peligro de banca rota para todo el mes. El que te encuentras de oferta a tres euros en Covirán, ellos le soplan veinte en la carta y ni pestañean, porque además de cocineros con estrellas, son también sumiller, y en lugar de echarte el vino a la copa, te lo pasan por un decantador, y aforas como un ingenuo paganini, cosecha a precio de gran reserva, que aquí, el que no corre, vuela. Pero eso sí, servido con una ceremonia, que ni el mayordomo de la marquesa lo haría mejor. Una gran parte de la cocina moderna de hoy, consiste en no dar gato por liebre, pero si, dar gato muy pequeño, envuelto con un lazo de raso azul que brille mucho, para que luego marquemos el número pin de la tarjeta de crédito, con una sonrisa de oreja a oreja, con hambre, pero contentos. Si después nos ayudan a poner el abrigo y nos acompañan hasta la puerta, no se preocupe, eso como el iva, está incluido en la cuenta, no lo busque en la factura, pero le aseguro que está. Pero a lo que iba. Que no puedo aceptar, que en el momento en el que la cocina española, atraviesa su punto más alto de popularidad y reconocimiento mundial, son hombres los que muestran con orgullo los entorchados de los fogones, mientras la mujer, -cocinera desde que el mundo es mundo, - no aparece ni entre los figurantes. Algo que no me parece ni justo ni normal. Me ocurre lo mismo con los modistos, más modernamente llamados diseñadores. Desde la noche de los tiempos, ha sido la mujer la que ha cosido y ha llevado el noble oficio de modista, a las más altas cotas de calidad y elegancia. Pues en las pasarelas internacionales son minoría, pero una minoría muy pequeña. Son hombres los que ostentan la mayoría de los escalafones internacionales de la aguja y el dedal, en lo que a mí me parece un despropósito, pues seguro estoy que detrás de cada uno de ellos, hay una abuela, una madre, una hermana, que fue en la primera que se fijaron para hilvanar un dobladillo. Y me pregunto: ¿Cómo la mujer ha cedido tanto en éstas dos facetas, que ha pasado a un segundo plano o casi tercero?. Bueno está con no haya mujeres entrenadoras de primera en fútbol, teniendo en cuenta que la tradición es masculina. Bueno también que ninguna sea árbitra de primera división por las mismas circunstancias. Serán pasos que tendrán que ir dando, si es que ciertos hombres las dejan, pero en oficios que han sido femeninos desde siempre como la cocina o la costura, ¿Qué hacen los hombres copando los, lugares de privilegio?. Será ésta una clara influencia de la iglesia instituida de Roma, que no admite a la mujer como receptora del sacramento del sacerdocio, y no consiente por lo tanto, que ésta ocupe el lugar que le corresponde, a juzgar por el comportamiento que Jesús tuvo con su madre y María Magdalena. Si la Virgen está con los apóstoles en Pentecostés, ¿por qué no puede haber sacerdotisas en la iglesia de Roma?, o mejor dicho, la de El Vaticano. Necesito ver mujeres sepultureras, zapateras remendonas, conductoras de coches fúnebres, motoristas de moto GP, pilotos de fórmula uno y vicarias de Cristo en la tierra. Desempolvemos el Concilio Vaticano II, que nos fue hurtado a los creyentes, como al niño que le pones el caramelo en los labios y se lo quitas. La Iglesia instituida, a base de mirarse el ombligo, lleva siglos viviendo de espaldas a la sociedad, y así les va, con el número de vocaciones. Si lo de Bergoglio no sale adelante, y no comienza la renovación atrasada hace cuarenta años, éste será el último cartucho de los cristianos, en cuya religión, como en todo, la mujer debe tener los mismos derechos y las mismas oportunidades que los señores que las imitan llevando faldas.

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