lunes, 27 de septiembre de 2010

Los que tocan el piano

LOS QUE TOCAN EL PIANO
Tito Ortiz.-
La culpa de todo la tuvo Juan Antonio Ibáñez, que nada más nacer la década de los ochenta, me nombró director presentador del informativo regional andaluz de la cadena COPE. El primer informativo autonómico que existió en España, y que él, desde Jaén, había puesto en marcha, soportando todos los recelos de los gobernadores civiles de la época. Luego otras cadenas se apuntaron al carro, pero el primero fue él y la cadena de los curas, que entonces era la de la oposición, la de los jesuitas rojos contra el régimen de Franco. De hecho, jugándose los bigotes, el entonces director de Radio Popular en Granada, Pedro José Montero, llevaba tiempo cerrando las emisiones por la noche, no con el himno nacional como hacían las otras, sino, con una versión del himno de Andalucía, que le obligó en alguna ocasión, a dar explicaciones a la vieja guardia, aunque el cordobés Montero, no cejó en su empeño, y nosotros lo arropábamos como no podía ser de otra manera. Mientras las otras dos emisoras de Granada se plegaban a los postulados políticamente correctos, nosotros, desde Gran Vía 28, nos convertimos gracias a nuestro director, en la avanzadilla de lo que después sería una emisión libre y democrática, y no sólo por los informativos, sino por los programas dedicados al movimiento vecinal, al municipalismo, y lo que Juan de Loxa se sacaba de la chistera misteriosa y lebertaria, como “Manifiesto Canción del Sur”, o el Premio Ondas, “Poesía 70”, dos fenómenos radiofónicos pioneros en su género, que después serían copiados por otros, como por ejemplo, Radio 3, de Radio Nacional de España. Pero al César, lo que es suyo. La revolución informativa y cultural de la radio española, comenzó en Granada, y eso algún día lo recogerán las enciclopedias, aunque espero que sus protagonistas estén vivos todavía, y no se les homenajee, a título póstumo, algo tan nuestro, por otra parte.
Pues avanzados aquellos meses tan ilusionantes, en los que la democracia daba sus primeros pasos, y después de que Tejero nos hubiera tenido toda una noche en vela, un día me llamó Ramón Burgos y me dijo: ¿A que no sabes, que es lo primero que ha metido Leopoldo Calvo Sotelo, en su nueva residencia de la Presidencia del Gobierno?¡ Un piano!. En principio, no daba crédito a lo que me decía mi compañero, amigo y maestro, pero constatada la noticia, mi esperanza en el ser humano presidente de gobierno se fue acrecentando. Un hombre que toca el piano, es persona en quién confiar, eso lo tengo por cierto. Y además, a Leopoldo lo seguíamos de cerca en Granada, porque cuando menos te lo esperabas, y de incógnito, se venía a escuchar misa de doce a la basílica de san Juan de Dios. Que más de un domingo, el bueno de Burgos Ledesma, tocaba arrebato, y nos llamaba al grito de… compañeros, el presidente está aquí de nuevo.
Yo recordaba tocando un gran cola, a Jaime de Mora y Aragón, en aquella televisión única en blanco y negro, y mientras interpretaba a Chopín, iba adivinando el perfume que en las muñecas portaban una bellas señoritas, revestidas para la ocasión, con cacanes y tacones de punta fina, tocadas de largos guantes estilo Gilda. Pero que todo un Presidente de Gobierno democrático, tocara el piano en el Madrid de la movida de Tierno Galván, eso era para ilusionar a cualquiera. Después vino el ministro Narcís Serra, que no habiendo hecho la mili, fue ministro de Defensa, y eso le valió toda suerte de chistes, de la derechona militante, que no le había perdonado todavía, ser el primer alcalde democrático de Barcelona, tras la muerte del dictador. Pero además, tocaba el piano. Mientras Felipe jugaba al billar con José Luís Coll, en la bodeguilla, Narcís interpretaba con gran destreza a Roberto Fernando Albert Shumann, y además, ponía los espartos para modernizar nuestras fuerzas armadas, y limpiarlas de golpistas hasta hacer desaparecer el ruido de sables, que era otra clase de la música, a fin de cuentas música, pero más desagradable.
José Luís, comparte alcoba con una señora corista, en el mejor sentido de la palabra, y eso le hace estar también muy cerca del piano, o sea, de la música, que a fin de cuentas, eso es lo que cuenta. Aunque a veces, parece escuchar sólo música celestial, sin dar pábulo al canto de sirenas. Es cierto que le ha tocado gobernar durante “La Tempestad” de Shakespeare, pero reaccionar dos minutos antes de los acontecimientos, y bajar a la arena con más frecuencia, de forma que el pálpito de la ciudadanía no te lo den con el desayuno cada mañana, una cohorte de asesores, sino que lo tengas tu de primera mano, eso, ayuda a gobernar un país, más de lo que él sospecha. Si un presidente deja de tener ese contacto directo con la sociedad para la que gobierna, podemos asegurar que ha llegado el momento de llamar al camión de las mudanzas. No podemos confiar siempre, que con cada llamada a las urnas, cuarenta y ocho horas antes, tengamos un Aznar de turno, se equivoque siempre, en materia tan delicada como la seguridad del Estado. La virgen no se aparece siempre cada cuatro años, y si lo hiciera, deberíamos pensar que es muy posible que un mal día llegue tarde, sobre todo, si viene en el metro de granada, o por la autovía del Mediterráneo, a su paso por nuestra provincia.


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