domingo, 26 de septiembre de 2010

Septiembre se Muere

SEPTIEMBRE SE MUERE

Tito Ortiz.-

Éste mes, responsable del síndrome postvacacional, de los gastos escolares, del regreso al trabajo, de la caída de la hoja, y de los coleccionables en los quioscos, se muere. Así como suena, se muere lentamente. Septiembre es un mes para la depresión, pero no ha medida que avanza, sino, desde el día uno. No conozco a ningún ser racional que acepte septiembre como mes de compañía. El noveno del año tiene además, un cenizo acreditado a través de la historia, pues no en vano, las grandes catástrofes, los peores atentados, las guerras más cruentas, todas las desgracias para la humanidad, en suma, han sucedido, sucedieron y sucederán en septiembre. Fue el 1939, éste fatídico mes, cuando Alemania invadió Polonia, y así comenzó la segunda Guerra Mundial. En el año de la bestia (1666), un gran incendio arrasó Londres, convirtiéndola en cenizas. Hace cuarenta años, Salvador Allende ganó unas elecciones que lo llevaron a la muerte. Y hace trece, falleció Teresa de Calcuta, una de esas personas que no deberían morir nunca, y que me devuelven la fe en el ser bípedo común, con el que convivo en términos generales. En el mes de la rara (noveno) de 1380, los rusos vencieron a los mongoles en la batalla de Kulikovo, y ahí se vio claramente, que ya apuntaban maneras. Éste mes está maldito desde que, el desafortunado que fuera, lo metió en el calendario y dijo aquello famoso de..., ahí lo lleváis y que sea lo que dios quiera. Un mes en el que los niños, que son la sal de la vida y el futuro ¿incierto?, lloran a calzón quitado a la puerta de los colegios, no puede ser un mes bueno. Los gritos de los infantes, agarrados a las perneras paternas para no entrar en clase, no traen nada bueno. Los llantos infantiles del ingreso, o regreso, según toque por edad, a las aulas, son el presagio de un mal bajío, del que si fuéramos inteligentes, huiríamos, como de la peste. Ulises atado al palo mayor escuchando a las sirenas, es una jugada de parchís, comparándolo con cualquier cosa que suceda en Septiembre. Por cierto, que lo de Ulises, también fue éste mes del diablo, cuya lengua Alá confunda, y lo lleve en alas a la zona cero, para comenzar a construir la mezquita. Septiembre mes de los divorcios, tras habernos aguantado las 24 horas juntos durante las vacaciones, no puede ser tildado más que de mes asesino de lesa humanidad.

Plutarco, Numa y Macrobio, fueron gestando el calendario de 12 meses, y cada uno que lo reformaba, le introducía una mayor dosis de malarate, hasta el punto de concebir el noveno mes, con tal carga de malafollá, que hace once años murió mí admirado Alfredo Kraus. La Tabulla Capuana era un calendario ritual etrusco de sólo diez meses, que no tenía Septiembre, y ese si que era un calendario, no éste que nos ha tocado vivir. Era de los que le gustaban a Rodríguez Adrados. Cesar cambió el calendario lunisolar a solar y le añadió diez días, así que empezó a aparecer el juliano, y con el llegó el escándalo. Que monstruosidad de septiembre, que a todos nos joroba y envilece, hasta el punto de que fue éste mes cuando Primo de Rivera, dio el golpe de estado en España, abolió la Constitución e hizo de su capa un sayo. En Septiembre murió hace cuatro décadas, Jimi Hendrix, sin fumarse un peta, y quince años después un terremoto asoló México. En 1792, se puso en marcha en nuevo calendario francés propuesto por la Convención Nacional, y aquí estamos en desavillé con el pompi al aire. En 1973 falleció mi Pablo Neruda, y por si fuera poca mala suerte, en septiembre, pero de 1913, falleció el pobre Rodolfo Diesel, gracias al cual, los que veníamos de la gasolina, hemos respirado algo a final de mes, eso sí, siempre que no fuera septiembre. Por lo tanto, mantengo y proclamo, que en septiembre no sólo se cae la hoja de los árboles, sino que la acción de la gravedad, se nota en la incapacidad de resistencia de las criaturas, a poder coleccionar todo lo que nos ofrecen en los quioscos, ya sean los abanicos, o las reproducciones de los camiones, la casa de muñecas por piezas, que verán culminada tus nietos, las piedras minerales de la amazonía, vajilla de Hello Kety y el ganchillo es fácil, que por cierto, eso ya lo decía mi abuela, lo del ganchillo, digo. Pero que nadie se llame a engaño, que no es culpa de las multinacionales del coleccionable, el que se nos acribille en la tele con estos anuncios, y que luego los quioscos de prensa parezcan un supermercado de cartones con fascículos por los suelos, no, no, ni hablar. La gravedad y el peligro del coleccionable invasor, es que tiene lugar en septiembre, cuando su veda se abre, y nos martillean las meninges con sus ofertas, para que los reservemos con tiempo, no vaya a ser que perdamos un eslabón de la cadena esclavizante, que cada semana te llama al amanecer, para que a toque de corneta, dirijas tus pasos sin vacilar hasta el vendedor de prensa más cercano, y de rodillas le implores que te entregue, por todos los dioses, tu fascículo del coleccionable, no vaya a ser que te ocurra lo que a mi vecino, el pobre, que una semana se olvidó de recogerlo, y al día siguiente fue atropellado por el metro, en las estación de Reyes Católicos con el Corral del Carbón, junto a la farmacia Zambrano, y ayer hizo un año. Ya lo dice la canción... granadinito que vienes al mundo, te guarde dios, uno de cualquier septiembre, ha de helarte el corazón. Si quieres seguir vivo, no vuelvas de vacaciones hasta Octubre, hazme caso, tonto.

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