martes, 20 de agosto de 2013

ESTUDIO CON VISTAS AL ALBAYZÍN

ESTUDIO CON VISTAS AL ALBAYZÍN Tito Ortiz.- Éste verano de reposiciones hasta el corvejón, de rosas y mohedanos, de Bárcenas, Alaskas y Marios, me he vuelto a refugiar en la radio, admitiendo el aparato como animal de compañía, y dándole un descanso a la televisión, que para la próxima temporada, promete más fútbol y menos cultura. Qué raro, ¿no?. Y entre el récord de muertos por ahogamiento en playas y piscinas, y el repunte de los contratos basura a media jornada de dieciséis horas al día, todo parece empujarme al sofá frente al ventilador, para caer en duermevela, pero eso sí, con los casquitos puestos para escuchar el invento de Marconi, que ha diferencia de las televisiones, las radios no cierran por vacaciones, y te mantienen el gusanillo de la curiosidad, más allá del tinto de verano don simóm. Me acomodo en el sofá, entorno los ojos en mi frecuencia favorita, y parezco volver a los años setenta, en aquel tres plazas de escay, que se encontraba en el estudio de Grabaciones de Radio Popular de Granada. Un sofá por el que pasaron los más grandes de la época, y que tenía el privilegio de estar situado bajo una ventana con vistas Albayzín. Por aquel estudio con vistas al barrio granadino por excelencia, y por aquel sofá, se contaron mil y una historias que hoy son leyendas de la radio hispana. Allí sentados cantaron con la ventana abierta a la vida, todos y cada uno de los personajes de “Manifiesto Canción del Sur”. Desde Antonio Mata a Carlos Cano, todos pusieron voz a la libertad, conducidos por la melena plata de Juan de Loxa, que desde el mismo estudio, la misma ventana al Albayzín y el mismo sofá de escay, bordó en bastidor de aire, pespunte a pespunte, por las ondas, un programa universal llamado “Poesía 70”, que jamás ha sido superado, por mucho que durante décadas los hayan intentado en Radio 3. Aquel estudio, cuyo muro izquierdo sostiene el campanario del Sagrado Corazón de Jesús, en mitad de la Gran Vía, tiene entre sus paredes acolchadas con hueveras de cartón, la historia viva del flamenco granaino, que tras el programa diario de José Delgado Olmos, o el que mandaba grabado en cinta todos los días en la alsina graells, Agustín Gómez, desde Córdoba, dio paso a otro que permitió tener en vivo y en directo, a las buenas voces del momento, que desinteresadamente, y a veces, hasta poniendo el vino y la tapa, desparramaron su arte, haciendo posible un programa de flamenco de Graná, pa los granainos. Allí hablaron por primera vez en la historia, Pepe Heredia y Mario Maya, de un proyecto al que llamaron, “Camalemos Naquerar”. Allí se gestó el “Ay Jondo” de Juan de Loxa. Por aquel sofá de escay, con ventana abierta al Albayzín, dejaron su voz, entre otros muchos, Juan Antonio Cuevas Pérez, “El Piki”, Enrique Morente, Javier Montenegro, Curro Vega, Antonio Trinidad, Curro Andrés, o Ángel Rodríguez,“Chanquete”, en tardes noches y madrugadas, de eternas grabaciones sin rectificar, en las que el arte y el buen humor, estaban al servicio de la amistad, con las guitarras colaboradoras siempre de: Francisco Manuel Díaz, Antonio de Pinillos, Miguel Molina Ochando, o Rafael Santiago “Habichuela”. Sesiones memorables fueron, por ejemplo, las de Manuel Avila, por la hipoacusia al final de sus días, la de Isidro Alba, que bordaba la soleá apolá del Niño de Jun, o Juan “El Canastero” con sus tangos del camino. Por aquel sofá de escay pasaron doctores en flamencología, como Miguel Ángel González, o Emilio Fuentes, con cuyas voces, siempre se fundieron las golondrinas del atardecer, porque abrir una ventana al Albayzin mientras se graba, es lo que tiene. Los técnicos no lo llevaban bien, y mi trabajo me costó convencerlos para que vieran que el piar y los trinos de los pájaros sólo enriquecían lo grabado, lejos de enturbiarlo, Así que a regañadientes, lograron másteres irrepetibles, sabios de los mandos como, Arsenio Rodríguez, “El Mago de Las Ondas”, Manuel Martín de La Vega, su hermano, Miguel, Rafael Álvarez de Cienfuegos, o el jefe, Pepe Campos de España. Operadores de sonido históricos, como los magnetofones de carrete abierto con los que trabajaban, creadores de una radio local que siempre tuvo categoría de internacional, gracias a sus guiones y realización. Si, he dicho guiones y realización, algo que por lo visto ya no se lleva, y es la esencia misma de la radio con mayúsculas. Retozo en el sofá, a caballo entre el sueño y la realidad, recuerdo el fandango de Otívar en la voz de mi compadre, “Chanquete”, o el eco inconfundible del amigo de Frasquito Yerbagüena, Manuel Celestino Cobos, “Cobitos”, con el guitarrista de ambos, Miguel “El Santo”. En aquel sofá conversé tantas veces con Manuel Salamanca, que todavía debe tener grabada entre sus arrugas, la lista de Cantes Prohibidos, que no debían ejecutarse en la Peña La Platería. Y en esa reliquia de escay, bajo la ventana que da al Albayzín, se sentó muchas tardes, Manuel Martín Liñán, para relatarme la de personas que habían colaborado, en la compra del Carmen de la Placeta de Toqueros, firmando letras con gastos de a veinte duros, mientras tocaba la guitarra por granainas, como sus bodegas, entre Alhóndiga y Párraga. El Vílchez, con su amplia sonrisa, siempre estuvo dispuesto a acompañar a quien hiciera falta, en aquel viejo estudio de grabación, donde los ecos flamencos iban y venían, como los cantes, desde el Albayzín... a Granada.

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