jueves, 31 de mayo de 2012

GÉNERO GRANDE

GÉNERO GRANDE Tito Ortiz.- La Orquesta del Teatro Isabel La Católica, es una realidad con éste nuevo montaje, que el entusiasmo inagotable de Miguel Sánchez Ruzafa, nos ofrece de nuevo, con la complicidad de ese grupo entrañable de colaboradores, del que destaca, Lirio José Palomar Faubel. Los días 2 y 3 de Junio, dentro de la temporada estable de zarzuela y arrastrando a nuestros mayores, henchidos de alegría y optimismo, disfrutaremos de “La Patria Chica”, una hermosa partitura del año 1907, en la que un genial levantino, como Ruperto Chapí, imprime banda sonora a un libreto de Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, los hermanos utreranos, tantas veces infravalorados por sus éxitos saineteros, pero que demostraron con otras obras, su capacidad para captar diferentes públicos, y que se lo pasaran bien, con un libro en las manos o en un patio de butacas. Caso 230 obras asó lo atestiguan, y el nivel de los intelectuales con los que colaboraron, como Serrano, Guerrero, Vives, el propio Chapí que nos ocupa, y tantos otros. “La Patria Chica” narra la historia de un pintor andaluz en el París de la primera decena del siglo XX, con sus amigos andaluces, con un millonario inglés que le encarga el retrato de su mujer, y las apreturas propias de la vida bohemia, con artistas abandonados a su suerte, por empresarios sin escrúpulos. La zarzuela, representada en el teatro del mismo nombre, escrita en un solo acto, con cinco magníficos números musicales, pronto destacó entre los madrileños que asistieron la noche del 15 de Octubre, a su estreno. Al decir de los entendidos, sólo el preludio musical de don Ruperto, ya nos pone en el mejor de los antecedentes, puesto que éste lo equiparan al de “La Revoltosa”, o el mismísimo, “Tambor de Granaderos”. Con éstos montajes que afortunadamente ya se vienen sucediendo en el tiempo, Ruzafa recoge la más alta tradición granadina en el arte de Talía y el lírico. De un lado estaría la Agrupación Álvarez Quintero, heredera del teatro de los geniales hermanos, y del que todavía quedan recuerdos en Plaza Nueva, de aquel Corpus de los setenta, en que el genial y nunca bien reconocido Ramón Moreno, interpretó a sus muchísimos años, aquel papel del soldado en la mili, de los Álvarez Quintero. Todo sucedió a la puerta de la entonces Audiencia Provincial, en Plaza Nueva, que como diría Ángel Luís Sabador, es la plaza de las tres campanas: Campana la de La Audiencia, Campana la de La Vela... Campana la de Santa Ana. Recogería Ruzafa también, el legado inmortal de aquel granadino ilustre que hizo de la zarzuela bandera, y la llevó con su fiel amigo, el secretario de la Universidad granadina entonces, Emilio Prieto, a la sazón, crítico de teatro de Patria, hasta la mismísima Rusia de los zares, realizando toda una antología en el propio Moscú del telón de acero y el muro de Berlín. Eso sólo lo pudo hacer un genio como Pepe Tamayo. Pero además, Miguel Ruzafa mantiene viva la llama imperecedera e incorrupta de la desaparecida Agrupación Musical Francisco Alonso, de la que el tenor Juan Manuel y su esposa Katy Guerrero, tanto deberían decir a éstas alturas de generaciones vanas que los desconocen y, no deberían. Hoy le dices a un joven actor granadino, quién era José María Parro, y se encoge de hombros. Y a ésta pleyade de nuevos directores, les hablas de Pablo López, mi maestro de la pescadería, y no lo conocen. Y les nombras a su esposa Josefina, y titubean, pero vienen cuatro modernos de fuera, y se hacen con los teatros y los medios de comunicación, sin curriculum, y sin idea de lo que están diciendo, con la subvención bajo el brazo porque afectos al régimen. Les hablo de Manuel de Pinedo y de un teatro comprometido cuando Franco estaba aún vivo y no enteran. Y de actores como Alfredo Curiel, y ponen cara de estar oyéndome en chino, y de Granados, cuando estaba en la clandestinidad, en el Banco Popular, y se creen que les hablo del que estaba buscando a Lupita. Vivimos en la era de la alta tecnología, en el tercer milenio de las máquinas, y resulta que es cuando mejor y más rápido olvidamos. Se nos abren los ojos de par en par ante lo que viene de fuera, y despreciamos lo cercano, pese a ser de mayor envergadura y calidad. Un genio que viva en nuestra casa, es un vecino al que saludar por la escalera con cara displicente. Un imbécil redomado que nos sonríe y nos hace la pelota muy gracioso, se convierte en un ídolo al que seguir, como si se tratara del gurú de tu vida. Somos paletos deseosos de que nos tiren de la levita, y despreciamos a todo aquel que, sobresalga del listón de nuestra mediocridad circundante. Si quieres vivir agusto en Granada, ni se te ocurra sacar la cabeza por encima de la tapia, y mucho menos salir en una foto de Ideal, ahí entonces habrás firmado tu sentencia de ignorado de por vida, a perpetuidad, como los nichos en el cementerio. Porque la carcundia lorquiana, la Granada hedionda, te sumergirá en una ciénaga opaca de silencios, aguardando junto a la parca, para rendirte merecido homenaje en el Cementerio de San José. Ésta tierra maldecida por Zafra, don Hernando, el secretario de los Reyes Católicos, que al palmar, se vengó de nosotros, y más que él, la gitana que le echó la maldición al payo rabúo, de inaguantable carácter castellano. Desde entonces no levantamos cabeza. Menos mal, que Sánchez Ruzafa y sus buenas gentes, nos mantienen todo el año arropados por buena música y mejor canto. Honor y gloria a Sánchez Ruzafa y todos sus colaboradores. Ellos nos hacen sentir orgullosos de “La Patria Chica”.

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