martes, 2 de noviembre de 2010

LAMENTO NO EXISTIR

LAMENTO NO EXISTIR

Tito Ortiz.-

Que no es que no lo agradezca, que sí, pero que eso no va conmigo. Me halaga recibir diariamente, unos días con otros, media docena de invitaciones para estar en “Faceboot”, pero es que me parece ya el colmo. Trabajo una media de ocho a diez horas delante de un ordenador, y me cuesta entender como personas en mis circunstancias, son capaces de llegar a casa, y pasarse otras tres o cuatro, contando sus miserias en una mal llamada red social, donde todo el mundo cuelga su intimidad, sus tristezas y alegrías, hasta el punto, que dicen los modernos, que si no estás en una de éstas plataformas no existes, pues lamento no existir, pero con mi negativa a formar parte de la mayoría, creo que intento preservar otro tipo de comunicación humana, que ha dado grandes beneficios a la historia a través de los siglos.

A éste paso, voy a tener que creerme, que sólo el poeta y escritor Antonio Enrique y yo, mantenemos al día de hoy la sana y artística costumbre, de hablar con los amigos por escrito, con pluma estilográfica, papel con membrete, sobre y sello correspondiente de correos, sobre todo ahora que ya no hay que pasar la lengua para pegarlos, pues vienen modernísimamente adhesivos, cual pegatina de la época. Me niego a romper con mi novia por “Email”, citarme para cenar por “SMS”, o mostrar las fotos del tendedero de mi vecina en el ojo de patio comunitario, enseñando sus cazcarrias a los cuatro vientos mundanos de “Flickr”. Vientos cada vez más desvergonzados, soeces, primitivos e ineducados, pues para saber como viene el futuro de la educación y la cultura españolas, no hay más que ver durante unos minutos, - pocos para evitar el vómito -, unas secuencias de “Sálvame”, o “Gran Hermano”. Por esto, porque me gusta hablar mirando a la cara, y no por una diminuta “Wewscam”, porque a base de encerrarnos en el cuarto con el portátil y los cascos puestos, terminaremos convirtiéndonos en asociales, a pesar de que estemos en las redes sociales, y porque con el comprimido lenguaje de las nuevas tecnologías, estamos empobreciendo el idioma más hermoso del mundo, me niego a participar en éste circo del “Tuenti” y pido a voces no ser más invitado, por muy amigo que me consideren, entre otras cosas, porque nunca hemos comido en el mismo plato juntos, y si yo no invito a nadie, no se porque tienen que invitarme a mí.

Que la utilización de las redes sociales es asunto que atrae, a un porcentaje preocupante de desequilibrados, lo aseveran hechos como el que los asesinos en serie, cuelguen sus proclamas en ellas en un alarde de exhibicionismo, profetizando su inmolación al instante. Que exista un delito moderno de pederastia, con todo alarde gráfico del abuso a menores, o que se enseñe como fabricar una bomba, para que sea el último día que al vecino se le ocurre, no dar los buenos días en el ascensor. Toda ésta información y otra mucho peor, está en las “imprescindibles para el ser humano moderno”, redes sociales de Internet. Y no es que antes no existiera ésta información, sino que encontrarla en soporte papel era tan arduo y laborioso, que con el tiempo que se tardaba en encontrarla, a veces con suerte, el delincuente había fallecido de viejo.

Hoy que todo va a velocidad de vértigo, el personal cae en la contradicción más enorme jamás contada. La de formar parte de un gran colectivo social “enredado”, pero sin salir de casa, atrincherado en el cuarto de estar en bata y zapatillas, sino desde la cama, que me parece que es, el síntoma más alarmante del cibernáuta, perdido para la sociedad, la de sentirse parte de un colectivo que se cuenta por miles, actuando en la más absoluta soledad, pero eso sí, en la plataforma del actualísimo, “Twitter”, o del “You Tube”. No tenemos bastante con que el correo electrónico, haya mutilado nuestra capacidad de comunicarnos, o que “chateemos” hasta el amanecer, cuando yo creía hasta ahora, que “chatear” con los amigos, era saborear un buen Ribera del Duero Tinto. Es muy triste hablar o escribir por una máquina portátil, para sentirse parte de una gran sociedad cibernautadependiente. Es una incongruencia de tal calibre, que ya me asusta la última moda. Estamos acabando con la conversación habitual e interesante de la dependienta, a base de comprar desde casa onlaine, lo tienes todo, de marca y de marca blanca, y así no te dan en los tobillos con el carrito, por los pasillos del Mercadona. El ordenador te permite comprarte el chaquetón a la moda, pero sin soportar a tu cuñada, que siempre se empeña en acompañarte, ni al dependiente solícito, que hace que te pruebes el ciento y la madre, aunque tu tienes claro y a la primera, lo que te gusta. Lo último en ordenadores es la pantalla táctil. Un acierto del fabricante, porque a la protección ocular de serie, se le añade toda la pringue de tus dedos, de estar comiendo lomo en orza, y eligiendo el viaje que harás éste verano en vuelo barato, con una compañía que agradecida por comprar el billete por Internet, te obsequiará con una espera de tres días, tirado en el suelo de una terminal cualquiera, gracias a la compra onlaine. Ya sabes paisa... barato, barato, y ni agua que llevarte a la boca, pero eso sí, chateando mientras, con la gente que hace tres días debería disfrutar de tu presencia en el lugar elegido de vacaciones. Pero que más da... donde se ponga una buena pantalla, y un buen ancho de banda...

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