domingo, 6 de junio de 2010

CATETOS A SU PUEBLO

CATETOS A SU PUEBLO

Tito Ortiz.-

El castillo de fuegos artificiales se ha tirado en el embovedado, con su trueno gordo y todo. La Banda de la IX Región, ha interpretado a continuación la esperada Retreta Militar, y los chiquillos hemos gritado hasta desgañitarnos, aquello famoso de... ¡Catetos a su pueblo!, Y éstos muy obedientes han ido cogiendo el tranvía que los esperaba, para ir repartiéndolos por la vega, hasta el último domingo de Septiembre, que volverá a traerlos para la fiesta patronal. Ha finalizado un Corpus más en la indolente ciudad de La Alhambra, sin sorpresas y sin esperanzas. Un año más se ha cumplido el expediente de criticar como iba la tarasca, de las buenas actuaciones en el Teatro Circo Chino, de Manolita Chen, o el de Antonio Encinas, ¿qué más da?. De la malafollá de las carocas, de la revista que en el Teatro Cine Regio han representado, Zorí Santos y Codeso, de lo duras que estaban las barretas en los puestos del Humilladero, de lo mal que olían algunos cartuchos de camarones, de lo caras que costaban las tiras de coco, y de lo barato que valía columpiarse en las barquillas de madera.

Esta Villa del desencanto y los atrasos históricos, cuyos agravios en comparación con sus limítrofes, causan espanto en cualquier mente sensata, ha tirado una vez más de archivo, para avanzando en el tiempo, no moverse ni un centímetro del mismo sitio. Esta ciudad abandonada en la cuneta de una noche oscura, por aquellos que tienen la obligación de defenderla, ha vuelto a celebrar un Corpus, ramplón, cateto, abaratado, y lastimero, como el llanto de cabrón, resignado a su destino desde el pentagrama de un tango. Una vez más, Granada ha demostrado que es una ciudad sin futuro, cuyo destino en lo universal, yace convenientemente – y por muchos años – bajo la pesada losa de un valle de los caídos a la derecha del padre. Como alma en pena que errante en la sombra, lo busca y lo nombra, pero no lo encuentra. Ésta tierra se desespera por dar con un proyecto de ilusión, sobre el que aunar esfuerzos y recobrar la esperanza, pero con la sequía neuronal de quienes rigen nuestros destinos, porque así lo hemos querido, no llegamos ni a la puerta de la calle, y así estamos desde hace décadas, buscando un nuevo recinto ferial, en el que las administraciones implicadas no creen, y por lo tanto, el año que viene volverán nuestros políticos en Corpus, a reivindicar el ansiado “recinto”, para justificarse ante el respetable, con la misma fuerza y énfasis, con la que se solicita una segunda circunvalación cuando no está terminada la primera. El tren a la costa cuando somos los únicos que no tenemos AVE. El taxi metropolitano, cuando carecemos de metro, y de regularidad en los autobuses del cinturón. La autopista de peaje a Sierra Nevada, cuando aún es un sueño que veamos terminada la T invertida de la costa, o el funicular a la Alhambra, cuando al Sacromonte para no llevarte sobresaltos, hay que ir en los burros de mi amigo Francisco Tejero, “Saleri”, novillero de la tierra en su juventud, y solvente banderillero en la madurez de sus días. Esa es la Granada actual acéfala de futuro, carente de ilusiones, sin proyecto de vida, y ni siquiera de muerte. Que vaga por la historia con el mismo divertimento que la procesión de las ánimas, con la misma ilusión que la santa compaña. Una ciudad que busca retales en tiendas de saldo, para hacerse una mediocre mortaja. Urbe embastecida en materia cultural, salvo algún acontecimiento que le viene de fuera dado, masacra ilusiones de grandes espacios escénicos, que nacen ya con el huevo de la catetez inoculado. Es como esa enloquecida criatura, que a base de repetirse ante el espejo la palabra “Milenio”, cree conjurar con esa actitud, la maldición que Boabdil nos escupió desde el Suspiro, y por la que desde entonces, Granada no levanta cabeza ni la levantará, llegando nuestro odio entre iguales a tal bravura, que no permitimos que una tapia de cementerio, mancillada por el asesinato de miles de criaturas, lleve como mínimo los nombres de aquellos que entregaron su vida, por confiar en que la legalidad de un gobierno democrático salido de las urnas, no sería jamás cuestionada. Pero su infinita inocencia no les permitió pensar que, un motor y una hélice bajo el nombre de “Dragón Rapide”, podían dar un vuelco trágico a la historia, cuyas consecuencias al día de hoy seguimos pagando, los que nada – por razones de edad – tuvimos que ver con el asunto. Por cierto, ¿ el Corpus, en que cae éste año?.

No hay comentarios: