miércoles, 25 de junio de 2008

OJO CON NOSOTROS LOS PERIODISTAS

NOSOTROS TAMBIÉN CAEMOS

Tito Ortiz.-

Es humano, siempre se ha dicho que la carne es débil, y de esta manera, la sociedad ha disculpado, cuando no, exculpado, a todos aquellos que por su condición laboral, o religiosa, no predican con el ejemplo. Y este razonamiento es aplicable a toda la sociedad en su conjunto, incluidos los periodistas, porque la noticia de éstos días nos ha dejado boquiabiertos, sobre todo a los que en nuestra trayectoria, nos ha tocado redactar sucesos durante años, como es mi caso, en el desaparecido diario Patria. En los últimos meses, en el pueblecito de Kicevo de Macedonia, la gente estaba sobresaltada por la intervención de un asesino en serie, que estaba sembrando de cadáveres los contornos. Violaba y asesinaba mujeres con total impunidad, pero a la policía le llamó poderosamente la atención, que las informaciones firmadas por el periodista, Vlado Taneski, marido y padre ejemplar de dos hijos, de 56 años y brillante plumilla, contenían datos tan exactos sobre los crímenes, y que ellos no habían revelado, que terminó confesando que él era el asesino, y en pocos días se ha suicidado en su celda “convenientemente”, pues ya se sabe que allí estas cosas son expeditas. O sea, que los periodistas también caemos del otro lado de la justicia, bien cuando los dioses miran para otro lado, o cuando nuestras mujeres no nos hacen caso, que de todo hay en la viña del señor, y más con estas calores que desequilibran al más pintado.

Aunque la historia está llena de aquellos y aquellas que han traspasado los límites de la cordura, y delinquido incluso, realizando acciones desde la parte opuesta, al razonamiento personal que les tocaba defender. No ha mucho tiempo, sesudos compañeros del periodismo de investigación, sorprendieron por las calles de Madrid, el coche oficial del mismísimo Director General de Tráfico, a más de ciento cuarenta kilómetros por hora, pasándose por el forro de las entretelas, todos los consejos y leyes que publicita en carísimas campañas, y que luego, a nosotros nos cuesta el dinero y los puntos, y desde hace poco, hasta la cárcel. Pues que quieren que les diga... que no hay derecho a estos atropellos de la razón. Y que la vida no puede ser un embudo, con lo ancho para unos y los estrecho para los de siempre. Pero transgredir las normas tiene su morbo, y algunos/as caen en la tentación. El mes pasado, durante la celebración de las cruces de Mayo en Córdoba, el hermano mayor de una hermandad, fue paseado por un patio en posición de crucificado, alzado sobre los hombros de sus afectos costaleros, asunto este que le ha costado la dimisión, y que pare ahí la cosa. Todos recordamos el caso de aquel famoso anestesista, que como hombre de la salud, se le suponía una mínima asepsia y pulcritud, y que muy al contrario, además de drogarse diariamente, por lo que estaba infectado de enfermedad horrible, anestesiaba a sus pacientes con la misma jeringuilla, con lo cual, además de excrementar sobre su juramento hipocrático, era un guarro de muy padre y señor mío. Conocí a un pastelero que odiaba a su jefe, y para vengarse, escupía enormes gargajos sobre la masa de cabello de ángel, antes de introducirla en las empanadillas. Todo un angelito... de la muerte, claro.

Si alguien piensa que el ejercicio de la prostitución está alejado de la religiosidad popular, es que no conoce el país donde vive. Al menos, que yo conozca, dos hermandades del Realejo de los años cuarenta y cincuenta, están en la calle y pudieron fundarse, gracias a la colaboración de afamadas casas de trato del barrio de San Matías, donde se recaudaron suculentos fondos para llevar a cabo los dignos proyectos. Además, de todos es conocido el fervor mariano de aquellas meretrices, representado por enormes medallas de oro macizo al cuello, con la efigie de nuestra Patrona. Durante mi preparación para ingreso en bachiller, tuve un excelente compañero de pupitre, hijo de madre soltera, limpiadora del Colegio de Los Escolapios, aunque todos sabíamos que su padre era un sacerdote que nos daba clase de francés. La carne es débil, ya lo he dicho y lo mantengo, pues pertenezco a la promoción de monaguillos preconciliares de misa de espaldas y en latín, que se bebían el vino de consagrar con un descaro espeluznante. El mismo que reputados vinateros de la época exhibían al echar agua al vino, un deporte que también practicaban algunos lecheros. La tentación vive arriba, dijo alguien en letra impresa y celuloide, pero a veces convive con nosotros mismos, no hay más que recordar el caso de algunos/as jueces/zas suspendidos o condenados, por no aplicarse así mismos la justicia que imparten.

Parece que todos – si nos dejan – somos capaces de lo contrario que deberíamos hacer. El dueño del desaparecido restaurante “Los Pinetes” del Callejón de Arjona, me confesaba una tarde con maligna satisfacción, como un jeque árabe de visita oficial en Granada, se escapó de la comitiva durante unos minutos, para probar sus callos de cerdo y el vino de la costa, llegando a engullir en tiempo récord, dos raciones y tres copas, acoquinando una propina de miles de pesetas de la época. Podría seguir en páginas interiores relatando casos reales como estos, pero dejo tres para el punto final, de los que hacen que el ciudadano pierda la fe en la policía y hasta en el ser humano: En el Aljarafe sevillano, se ha detenido a un Guarda Jurado, como autor de los últimos diez robos más escandalosos de la zona. Pero si hablamos de escándalo, la palma se la llevan los mas de treinta policías de Coslada, detenidos por infringir la ley, con todas las de la misma. Y la noticia de última hora. Un Guardia Civil ha sido condenado a nueve meses, multa y retirada del carnet de conducir durante dos años, por conducir bebido, pero como se dice en los dibujos animados, no se vayan, que aún hay más. El citado miembro de la benemérita está destinado en el destacamento de Tráfico, o sea, que es de los que nos hace el control a usted y a mí, y es además, Secretario de Seguridad Vial, de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. ¿Hay quién de más?

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