sábado, 5 de diciembre de 2009

JUSTICIA EXPRÉS

JUSTICIA EXPRÉS

Tito Ortiz.-

A partir de ahora, ya nadie podrá decir que la justicia en Granada es lenta, ni mucho menos, la justicia ha demostrado que cuando la urgencia del asunto lo requiere, sale por piernas como el que más, haciendo presa y triunfando. Dije, digo y mantengo, que ejercer la justicia, impartirla e interpretar las leyes, me parece un asunto tan vocacional como el sacerdocio o la medicina, de tal forma que en escuchando el famoso grito de… ¿Hay un médico en la sala?, no hay cristiano que, habiendo hecho el juramento hipocrático, no de un salto y se ponga manos a la obra, atendiendo un parto, o un bolo de carne en la glotis. Que yo lo he visto. De la misma manera, tampoco me imagino, que un sacerdote, por muy de paisano que vaya, se niegue a dar los sacramentos en plena vía pública, cuando escuche con melodía de lamento, aquello famoso de… ¡Confesión, confesión! Pues lo mismo ocurre con los jueces, o al menos con la mayoría vocacional de ellos y ellas. En presenciando delito flagrante, hay que tener la sangre de horchata para no reaccionar. Y mucho menos, tratándose de un juez que sabe lo que es ir en Vespa al trabajo, que es asunto de los que imprimen carácter. Miguel Ángel del Arco, es un togado de los que esta ciudad necesitaría, siquiera, una docena para ser metida en cintura. Porque no sólo se trata de perseguir a los delincuentes en todas sus categorías, sino, de tener los pies en la tierra y saber que se cuece en tu entorno. Hay compañeros de Miguel Ángel, que no andan por las aceras, levitan. Otros agachan la cabeza cuando van en el coche, escurren la mirada, se ocultan de la sociedad a la que pertenecen, se encapsulan en un entorno íntimo y protector, que nada tiene que ver con los individuos que luego la policía les pone a disposición en el banquillo, y de esa manera, no se tiene un conocimiento exacto y ajustado, de como vive y respira la sociedad a la que le estás impartiendo justicia. Del Arco, a base de gastar suelas, y gasolina mezcla para ir “avespado” por nuestras calles, nos conoce más que nuestra madre. No en vano, ha sido el único capaz de meter entre rejas, a un puñado de esos granadinos intocables por apellido o popularidad. Y ha tenido la valentía suficiente, para instruir casos tan complicados, y que profesionalmente erosionan tanto, como “el nevada”, que mientras desde la otra justicia, se intenta desmontar su impecable instrucción, las mediáticas defensas, consiguen consolidar obra que debería derruirse cuanto antes, con el conqui, de que peligra la integridad de la vecindad cercana. ¿Por qué me vendrá a la mente ahora, la vieja sentencia del Hiper Granada? Eso es que chocheo, estoy seguro.

Pero vuelvo a lo mío. Con estas líneas lo único que pretendo, a pesar de un discurso disperso en los últimos renglones, es testimoniar mi admiración, respeto y reconocimiento, a un juez de raza, nacido para la justicia, que no sabe de solapas de raso y corbatas de pajarita, pero sí, y mucho, de pantalones de pana y cazadoras para la moto, con el fin de no perder contacto con la ciudad que luego ve pasar por su despacho, y de esta forma, conocerla a la perfección, para aplicar un diagnóstico y tratamiento, ajustado a derecho. Poseo la información suficiente como para asegurar, que posturas que se acercan tanto a la realidad, objetividad y justicia, no sólo son temidas por el sector de la sociedad que pretende delinquir impunemente, sino, por cierto sector envidioso de los propios compañeros, cuya mediocridad los convierte, en caldo de cultivo extraordinario para la envidia.

Salir corriendo tras un ladrón de farmacias, no es más que la reacción de un hombre de bien, que predica con el ejemplo, y que en el instante en que su mente le dio la orden, no se paró a pensar en las consecuencias. Pero es que, si la policía y la guardia civil se parara ante el delito pensando en su integridad, las cárceles estarían vacías. La justicia es una cadena de profesionales y ciudadanos de bien, y el juez Miguel Ángel del Arco, pertenece a los dos grupos. Granada necesita muchos como él, y los boticarios…más todavía.

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